Rafael Marrón Gónzalez
El diálogo entre el Vaticano y Cuba sobre la situación de Venezuela produjo una extraña mesa de negociación que obliga a la oposición arriar sus banderas para demostrar buenos modales. Y como para mostrar disposición dentro de su indisposición, el gobierno ordena soltar unos rehenes que mantenían cautivos inclusive con orden de excarcelación, como fue el caso de Carlos Melo. Y la oposición cedió el juicio político, que, aunque no vinculante, tenía peso en el exterior, y desarticula su fuerza callejera que estaba resteada a pesar de la sombría amenaza de la repetición del escenario sangriento del 11A, y Maduro, agradecido del Vaticano, celebra su victoria desde el Palacio de la salsa, pues desde allí ahora, en lugar de gobernar, transmite un programa de salsa brava y baila con Cilia meneando las caderotas, mientras sus sobrinos enfrentan a un severo jurado en su juicio por narcotráfico, en el imperio.
Nada como Héctor Lavoe para ejemplarizar su miseria moral. Y en la Mesa santificada se agarran las manos y rezan un Padrenuestro con el adusto jesuita representante del Papa -a quien un rayo tumbó del caballo y reconoció la falta de alimentos y medicinas en el país- obviando que si algo desprecia el chavismo es esas estrofas de la oración que expresa: “perdona nuestros pecados como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”, diferencia que explica al Chávez suelto y al Leopoldo preso, porque en eso de perdonar por espíritu democrático, el chavismo ni que lo maten, y entre rezos y sonrisas, que incluyen al Dalai Lama, niegan atención médica al preso político Rosmit Mantilla, lanzan acusaciones de terrorismo contra Voluntad Popular, calumnian a Freddy Guevara y mantienen incomunicado a Leopoldo López, y Maduro vocifera en cadena nacional: ¡ni con votos ni con balas vuelve la burguesía a Miraflores!, coreado por el humorista Earle Herrera: ¡nunca vamos a perder la presidencia de la república!
Para este venezolano y revolucionario por decreto, son burgueses cada uno de los ocho millones de venezolanos con partida de nacimiento que votaron contra su gobierno el 6D y que en número creciente están dispuestos a dar un revolcón definitivo a su revolución. El único que parece tener cierta lucidez en este asunto de este diálogo entre manteque cochino y ague coco es Samper, quien pide encarecidamente al gobierno y a la MUD, que ha puesto fecha, 11 de noviembre, para levantarse de la mesa si el gobierno no complace sus peticiones, “no crear falsas expectativas sobre el diálogo”, lo que traduce, por ejemplo, que no habrá elecciones anticipadas, lo que es posible solamente por la ausencia absoluta de Maduro, no olviden que es un presidente constitucional, si renuncia o se muere o se vuelve loco por las marchas que no deben cesar, de otra manera, por fuerza superior del pueblo o del ejército, es un golpe de estado. Y ni Cuba ni el Vaticano ni el políticamente correcto Departamento de estado lo permitirán.
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