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Cuba ¿el mejor país para ser niña?

Uno de los archivos que compartió tenía el grotesco nombre: "bebés, niñas pequeñas, fotografías". Foto archivo
Uno de los archivos que compartió tenía el grotesco nombre: "bebés, niñas pequeñas, fotografías". Foto archivo

De acuerdo con lo dicho por Teresa Carpio, funcionaria de Save the Children, Cuba es el país de América Latina con mejores oportunidades para el desarrollo de las niñas. Aunque suene demasiado categórico,  tiene razón básicamente en lo que dice. Cuba aventaja a muchos países del continente en cuanto a los indicadores que Save the Children tiene en cuenta: matrimonio infantil, fertilidad adolescente, educación, número de mujeres parlamentarias, etc. Y en Cuba, por mucho machismo y violencia de género que haya, no se llega a los niveles de México, Guatemala u Honduras.

Pero solamente eso no basta. A no ser que se pretenda seguir con el embellecimiento de la fábula del castrismo bueno y “los logros de la revolución”, tendremos que convenir que en Cuba, como resultado del fracaso del sistema impuesto durante más de medio siglo, la miseria y el consecuente deterioro de los valores éticos, son bastantes pocas las oportunidades para el desarrollo tanto de las niñas como de los niños o de cualquier ser humano.

Para empezar, de ningún modo puede ser buena la enseñanza si predomina el adoctrinamiento. Los alumnos, desde la primaria, son obligados a repetir consignas que no entienden y a declararse incondicionalmente  leales al régimen si es que aspiran a poder estudiar una carrera en la universidad que es “solo para los revolucionarios”.

De sus padres, que fueron educados en circunstancias similares, tienen poco que aprender: las mañas de la supervivencia, el oportunismo, el  fingimiento, la doble moral, el pensar una cosa y decir otra bien distinta “para no buscarse problemas”.

Producto de tantas carencias, los niños se interesan demasiado por las cosas materiales (la ropa de marca, un iPhone, etc.) E imitando a sus padres, sus hermanos mayores y sus vecinos, que muchas veces además de darles malos ejemplos, también los alientan, van aprendiendo que vale casi todo para conseguir lo que uno quiere. Lo mismo engatusar con súplicas a sus parientes en el exterior para que complazcan sus caprichos –las niñas, con sus lagrimitas a propósito de la imposibilidad de “tener la ropa que se usa” o  celebrar los quince, son las ideales para conmover- que mentir y estafar. Y por el camino, algunos y algunas, que por suerte no son la mayoría, aprenden hasta a robar o a prostituirse.

¿Nunca ha visto reírle la gracia a alguna niña que dice que cuando sea grande quiere ser jinetera?

Muchos padres y madres, que también se criaron en una sociedad rabiosamente sexista, desde bien pequeñas enseñan a las niñas a vestirse de modo que luzcan bien femeninas, que realcen sus atributos físicos, que caminen provocativas, que se meneen y se descoyunten  al ritmo del reguetón, que aprendan a seducir al macho, a ser putonas. Y en las fotos de los quince, por las que pagaron una fortuna, mientras más se asemejen a las modelos de las revistas porno, mejor.

Así, con este aprendizaje, no es de extrañar que la mayoría de las adolescentes cubanas sean bien precoces en la práctica del sexo. Y si no es mayor la tasa de natalidad entre ellas es porque recurren al legrado como si fuera un método anticonceptivo.

Por lo mismo de la sociedad sexista, son lo  normal en Cuba actos que en el Primer Mundo serían considerados como acoso sexual. Da lo mismo si es doctora, ingeniera, diputada o policía. Siempre la llamarán mami, china, belleza, ricura, mamichula o cualquier barbaridad si es un piropeador callejero de esos que se  enciman sobre la piropeada, echándole el vaho y agarrándose la entrepierna, como si estuviera a punto de violarla. Pero se supone que desde niña también la enseñaron a defenderse de los tiburones que la acecharían. Y a ceder ante el jefe, si no queda otro remedio para ascender.

Luego, queda la búsqueda de un buen partido. No importa la diferencia de edad. Lo importante es  que tenga casa y dinero. Si también tiene carro, mejor. Y si es extranjero, ni se diga. Y a soportarle sus majaderías. Y hasta algún que otro bofetón. O tal vez se limite solo a un empellón. Ya se sabe que los hombres son un poco brutos. Y cuando no son así, aburren, hay que pegarles los tarros con otro que te haga sentir que estás con un macho de verdad. Si no fue eso, algo parecido le dijo mamá.

Y machos brutos, que las traten como perras, se sobran. Si se les va la mano, ni cuentes con ir a la policía, porque si la golpiza no fue demasiado fuerte y evidente, lo más probable es que les aconsejen que se pongan de acuerdo, porque “entre marido y mujer, nadie se debe meter”.

Si a la adolescente cuando llegue a la adultez la pareja le sale buena, si tiene un matrimonio feliz, será a pesar de que los salarios de ambos conyugues solo les alcanza para malcomer un par de semanas y del hacinamiento en que vive con sus parientes o los del marido, porque ni soñar con una casa propia.

Sé que hay lugares peores, como Ciudad Juárez o ciertos países islámicos donde a las niñas les rebanan el clítoris y en cuanto crecen un poco las obligan a usar burka y a vivir encerradas en la casa. En comparación, no hay dudas que como afirma la señora Carpio, de Save the Children, que las niñas cubanas tienen mejores  oportunidades para el desarrollo.

Por Luis Cino Álvarez

Publicado originalmente en CubaNet

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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