Para aquellos cubanos que siguen la revolución desde sus inicios, el hecho de haber esperado tres o cuatro horas para despedir al “comandante” Fidel Castro y no poder ni siquiera ver sus cenizas es considerado como un “engaño”.
Como toda puesta en escena, y como la historiografía de la autocracia verdeolivo es una gran obra de dramaturgia, la organización de los funerales funciona al estilo de un reloj suizo, reseña una nota del portal Martí Noticas.
En ella se resalta la molestia de la gente que asistieron al funeral sólo para despedir fotografías y medallas del guerrillero, pues las cenizas no reposaban en la Plaza de la Revolución, sino en el Salón Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas, edificio situado a menos de cien metros del Memorial José Martí.
Además del libro de condolencias, convoyado, había otro, donde las personas deben firmar sí están de acuerdo con el concepto de Revolución definido por Fidel Castro en un discurso, el 1de mayo del año 2000.
Es una manera de comprometer a la ciudadanía con el proceso. Yuliano Pérez, 28 años, crítico abierto de los hermanos Castro, considera que “lo que importa al régimen es llenarse la boca después de los funerales y decir al mundo que millones de cubanos apoyan a la revolución. Esta gente da asco por sus burdas manipulaciones”.
Mientras algunas personas, casi todas adultas, no podían contener las lágrimas,la actitud de la mayoría de jóvenes era diferente. Cientos de estudiantes de preuniversitario, con sus uniformes azules, hacían una larga fila para estampar su firma en el libro de condolencias situado en el Memorial José Martí, en la mítica Plaza de la Revolución, epicentro de los más importantes discursos de Fidel Castro.
Entre risas apenas disimuladas, intercambiaban música por Zapya o charlaban sobre el cantante colombiano Maluma, de moda en la Isla, o los resultados de los últimos partidos de los clubes españoles de fútbol.
Un joven con el pelo teñido de rubio intentaba poner orden. “Asere, un poco más de respecto, aquí hay cámaras de seguridad por donde quiera y nos pueden llamar la atención”.
“Es una falta de respeto al pueblo que está haciendo cola de dos o más horas, bajo el sol, para rendirle tributo a fotos y medallas de Fidel, que seguro no son las originales. Sí,muchas flores bonitas, pero la verdad que esta gente (régimen) si no llegan, se pasan”, dice molesto un señor canoso mientras camina por la calle Ayestarán.
“Quizás tengan temor que algún loco quisiera robarse las cenizas. No sé, pero
no tiene ninguna lógica hacer ese paripé en la Plaza, no ya sin el cadáver, porque fue incinerado, si no con la urna funeraria con las cenizas”, expresa una mujer que dijo ser ama de casa.
En varias secundarias de La Habana, como Eugenio María de Hostos, que estaban en pruebas, optaron por llevar el libro de condolencias al la escuela.
En el matutino, luego del habitual panegírico a Fidel, a cargo de la directora, los alumnos comenzaron a firmar el libro. A ratos los directivos pedían respeto, por las risas y conversaciones.
Y es que para la inmensa mayoría de los adolescentes cubanos, Fidel Castro fue un tipo distante. Ellos no se sienten herederos de su legado. Por el contrario. Crecieron escuchando a sus familiares criticar su ego arrollador y lo mal que administró el país.
Aunque para ancianos como José Duhalde, esos fallos no tienen demasiada relevancia.
Con información de Martí Noticias