“¡Cojón!”. No lo dijo muy alto, pero sí muy claro. “¿Qué les parece la grosería ésta que están haciendo?”. Aquello era una “humillación”. El dictador Fidel Castro, tenía que esperar durante media hora en el avión, sin poder pisar suelo norteamericano. Y, más “humillante” aún, quien le recibió no fue el presidente, ni el vicepresidente, ni el secretario de Estado, ni siquiera un senador o algún miembro del personal de la Casa Blanca. Allí sólo había dos anónimos funcionarios de aduanas con unos formularios de inmigración en la mano. “Tienen que firmarlos todos“. “¿Todos?”, pregunta alguien del equipo del caudillo dictador cubano. “Sí, todos”. Así comenzó, con mal pie, la visita que en octubre de 1979 realizó Castro a Nueva York invitado por la ONU.
¡QUÉ ARROGANCIA! El día que a Fidel Castro le pidieron los papeles de inmigración en Estados Unidos
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