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¿Qué será del Paquete cubano?

El paquete semanal, una alternativa para los cubanos / Foto: Referencia

En plenos fastos por la muerte de Fidel Castro, muchos expertos siguen analizando su posible impacto en el sistema político cubano, en la lenta apertura económica de la isla o en el día a día de sus habitantes, pero casi nadie se ha preguntado por el futuro de uno de los fenómenos más peculiares del sistema actual, y a la vez más queridos por los ciudadanos de Cuba: el ‘Paquete semanal’.

El Paquete es un invento tan genuinamente cubano que sería digno de una novela de Guillermo Cabrera Infante o Leonardo Padura. En el país en el que nada es exactamente lo que parece y donde el ingenio alcanza cotas insólitas para compensar décadas de aislamiento y crisis, ha florecido una especie de internet sin internet que pone a disposición de millones de cubanos un catálogo inmenso de entretenimiento clandestino, digital y a la carta… pero offline.

Películas estadounidenses de estreno, series americanas o españolas (Aquí no hay quien viva o Aída eran de las más populares en mi visita a la isla del 2015), libros, revistas, aplicaciones para móviles, webs completas o programas informáticos… Una oferta imbatible de hasta un Terabyte (1.000 Gigas) que se renueva cada semana y que se ofrece ‘a la carta’ en discos duros o CDs por cinco dólares convertibles (CUC) el domingo, tres dólares el lunes o uno a partir del martes – un precio nada desdeñable para cubanos con un sueldo medio de unos 20 dólares al mes.

Nacido en 2008, el Paquete se distribuye gracias a una red piramidal en la que cientos de distribuidores copian y venden el servicio directamente a domicilio, o desde la trasera de tienditas de reparación de móviles por toda Cuba. Un negocio redondo en un país en el que los ciudadanos ordinarios no pueden tener acceso a Internet desde sus casas (solo profesionales con permiso especial), y deben conectarse en puntos gubernamentales por unos dos dólares/hora y a una velocidad escandalosamente lenta. Impensable bajarse una película o verla en streaming.

Pero ¿quién maneja los hilos en la cúspide de la pirámide? Pues como en tantas otras cosas en Cuba, es un misterio. Hay quien dice que es en Miami donde se bajan los contenidos de Internet y la TV para luego cruzarlos a la isla. Otros dicen que son cubanos con parabólicas escondidas en los tanques de agua de sus tejados (una práctica habitual en la isla) y conectividad Internet. Y otros incluso sugieren que el Gobierno está detrás, dado que hasta ahora ha hecho la vista gorda con un servicio clandestino y -cuando menos- alegal. Incluso el famoso programa cómico Vivir del cuento de la TV cubana ha bromeado con la inopia de los inspectores de barrio del Partido Comunista.

Lo que parece seguro es que hay al menos dos grandes ‘programadores’ en la isla -Dany y Ali- que filtran y empaquetan dos Paquetes distintos, y que evitan contenidos prohibidos o pornográficos para no tener que vérselas con el Gobierno. Sus ingresos no solo proceden de las tarifas semanales pagadas por los suscriptores, sino también de la abundante publicidad insertada en el Paquete – otra gran innovación en Cuba. Los anuncios de pequeños negocios privados en la isla aparecen como clasificados en la web Revolico (que se puede consultar completamente offline dentro del Paquete), en vídeos o incluso en revistas extranjeras como Cosmopolitan, donde han sido insertados a la fuerza. Hasta los realizadores cubanos pagan porque se añadan sus producciones al Paquete.

Entre unas cosas y otras, Dany y Ali y/o sus jefes mueven un negocio que genera ya -según las estimaciones- entre dos y cuatro millones de dólares al mes y que se ha convertido en el primer empleador privado cubano. Parece improbable que el aterrizaje del famoso servicio americano Netflix en la isla, anunciado (con más fanfarria que realidad) en 2015, o la previsible llegada de Internet a los hogares cubanos pueda llevarse por delante por completo un servicio tan adaptado a las necesidades cubanas e integrado en la vida de sus ciudadanos.

Por Rosaría Lloret

Publicado originalmente en 20Minutos

Written by María Fernanda Muñóz

Periodista venezolana. ¿La mejor arma? Humanidad. Pasión se escribe con P de periodismo

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