Hacer un balance de los acontecimientos del año anterior seria un buen ejercicio para percatarnos de nuestros aciertos y errores en la convivencia local y mundial. Somos una especie para vivir en sociedad, sin embargo, cuando revisamos los acontecimientos nacionales e internacionales, pareciera que esta premisa pierde valor.
Durante el 2016, nuestros pueblos padecieron hambrunas, guerras, atentados, más pérdida de la biodiversidad y un sinfín de sucesos que marcaron un panorama sombrío ante el venidero año. Sobre la base de esta compleja red de acontecimientos y de cara al futuro, comenzamos el 2017. Los grandes espectáculos plegados de fuegos artificiales y los atractivos eventos artísticos intentaron renovar el ánimo. Miami, New York, Australia… por nombrar solo algunos, fueron testigos de esto.
Sin embargo, no había terminado el primer día de Año Nuevo, cuando ya se corría la noticia de un atentado. Estambul marcó el inicio del recién estrenado calendario. Varios muertos y cientos de heridos estremecieron las esperanzas y el deseo de vivir en un mundo mejor, más humano, más digno.
Adicionalmente, en La Florida, un grupo de veintiún balseros cubanos, guiados por el resplandor de los fuegos artificiales, pisaban suelo norteño. Todos celebraban con entusiasmo haber llegado a salvo a la tierra de Obama y Trump, pero no siempre la alegría es completa. En el fondo cada cubano lamenta dejar su patria natal en busca de la libertad y la democracia en lugares lejanos. Es la cubanía haciendo estragos en el alma. Esa que siempre aflora estén donde estén, y vayan a donde vayan.
En tanto, en Venezuela, las costumbres decembrinas quedaron para el recuerdo o al menos aplazadas por aquel momento. Muchos ciudadanos del hermoso país caribeño prefirieron dormir para no sentir el hambre apremiante ni la depresión por la desesperanza, la decepción y los altos niveles de incertidumbre que se ciernen sobre aquella patria.
No obstante, aún falta un camino por andar. El 2017 apenas comienza y nos reta ante la posibilidad de cambiar ¿es posible hacerlo? ¡claro que sí! desde nuestras reflexiones y acciones locales, en la familia, en la comunidad, en la calle…con el fervoroso deseo de transformar el mundo para que todas las expresiones de vida tengan cabida armónica en nuestra casa común: la Tierra, la inmensa Pachamama.