La decisión del régimen cubano de establecer un tarifario con tarifas máximas permitidas para los taxis privados en la isla ha convertido la práctica económica en un nuevo desafío, entre la oferta y la demanda y el interés del régimen por controlarla.
En la isla, el transporte público estatal es prácticamente inexistentes, por lo que los almendrones, automóviles con más de 60 años desde su fabricación son la principal alternativa para moverse dentro de Cuba, a pesar del alto costo.
El viernes pasado todo cambio. Calles y avenidas habaneras se veían desoladas, sin almendrones en la vía, mientras que las aceras se desbordaban de personas esperando la llegada de los taxis.
Acción y reacción
La respuesta de los taxis privados a la normativa de las autoridades en Cuba que establece montos tope para la prestación del servicio no se hizo esperar.
“Es verdad que se aprovechan de la necesidad de la población, pero ahora fue peor el remedio que la enfermedad, porque o no salen o hacen la ruta más cara, sin parar para recoger a la gente”, comentó a El Financiero Emilia Méndez, quien estuvo dos horas esperando un taxi en una concurrida avenida de la capital.
Varios taxistas consultados por El Financiero, señalaron que la decisión debió tomarse conversando con los conductores y no como imposición.
“A nosotros no nos bajaron el precio de la gasolina ni los impuestos, el estado no da precios de mayoristas en las piezas ni en las reparaciones, y ahora, de hecho, bajan las tarifas sin ni siquiera oírnos”, aseguró un chofer de un Chevrolet del 54, visiblemente molesto.
Redacción Cubanos por el Mundo