A inicios de la pasada década, cuando por cualquier motivo Fidel Castro convocaba una marcha del pueblo combatiente y multitudes que parecían traídas desde Pyongyang coreaban lemas y agitaban banderitas de papel en las tribunas abiertas, descollaba por su verborrea impetuosa un joven llamado Hassan Pérez Casabona.
Gesticulante como un derviche, con el pelo cortado a lo cepillo, pantalón de camuflaje y unas enormes botas militares rusas que parecían idóneas para patear a cualquier discrepante, Hassan Pérez, que por entonces era el segundo secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), era el más talibán de los talibanes de la llamada Batalla de Ideas, la particular versión de Fidel Castro de la revolución cultural de Mao. En ella, jóvenes como el belicoso Hassan, adoctrinados hasta el tuétano y supuestamente inmunes a la corrupción, estaban llamados a desempeñar el papel de los guardias rojos.
Hassan Pérez, que improvisaba sus teques de barricada ñángara con la soltura de un Cándido Fabré, parecía no tener freno. Nada contenía su facundia pendenciera e intolerante. Cuando en 2002, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el expresidente norteamericano James Carter se refirió al Proyecto Varela, presto y agresivo Hassan Pérez pidió la palabra para refutarlo, en presencia del Máximo Líder, que lo observaba complacido, pero presto a pararle la jaca si de tan apasionado se extralimitaba.
Con el retiro por enfermedad de Fidel Castro, en julio de 2006, la Batalla de Ideas se fue apagando, y los talibanes, que con sus majaderías supra-institucionales representaban un estorbo para la sucesión y el reacomodo raulista, fueron sacados de la escena.
En el año 2008, en una reunión extraordinaria, el Buró Nacional de la Juventud Comunista acordó vincular laboralmente a Hassan Pérez y enviarlo como profesor de una institución universitaria de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. A pesar de que hicieron un reconocimiento a su labor como dirigente juvenil, primero de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) y luego de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Juventud Comunista, aquello fue interpretado como que lo habían tronado. Máxime que poco antes, en el Quinto Congreso de la UJC, no había resultado electo, como se esperaba, primer secretario de la organización.
Hassan Pérez no pasó el truene en pijama, sino de completo uniforme militar —lo que debe haber sido de su agrado, en vista de su afición por el atuendo castrense— con grado de teniente, en las aulas del Instituto Técnico Militar (ITM), impartiendo clases de historia.
Durante casi once años no se volvió a hablar de Hassan Pérez. Solo se vio en la TV, adusto y de uniforme, en su silla de diputado, durante alguna reunión de la Asamblea Nacional del Poder Popular donde votó unánimemente a favor de cuanto le pusieron delante.
Pero he aquí que el atrincheramiento de la ortodoxia inmovilista está generando un reflujo neo-estalinista que ha vuelto a sacar a flote a Hassan Pérez. Ahora es profesor auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y de los Estados Unidos de la Universidad de La Habana y aparecen extensos y farragosos artículos suyos en la prensa oficial.
Parece que los bonzos castristas no tienen muchas mejores opciones para escoger cuando han tenido que desempolvar y volverle a echar mano al fastidioso Hassan Pérez. En definitiva, si se trata de ponerse intolerante y asustar con el discurso a las ovejas que quieren descarriarse, el muchacho cumple bien el cometido. Y en los años que pasó de penitencia profesoral se supone haya superado la inmadurez que antes le reprochaban.
Por Luis Cino Álvarez / Publicado originalmente en Cubanet