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Deshielo, represión y la legalidad dictatorial

Raúl Castro y Barack Obama en Cuba| Fuente: EFE

Más turistas, más remesas y más condescendencia internacional, han traído a Cuba, más represión y más miseria del espacio contestatario. Las fórmulas terroríficas de moda hoy vienen con un apego a la legalidad fullera de la oficialidad y son ejecutadas con la mayor inmodestia. El surrealismo existencial cubano, uno de los logros verdaderos del castrocomunismo, ha abierto una era nueva en la vida de los residentes en la Isla que queda demostrado en la mecánica del modus operandi dictatorial.

Regímenes totalitarios, como el castrista, ven en la mecanización del terror, un arte imprescindible para la durabilidad del mando. No es ésta una cuestión de capricho o un fenómeno sui géneris. Simplemente es un hecho. El totalitarismo urge de la coacción metódica de la aplicación del terror, tanto el duro y directo como el blando e indirecto, para mantener en conformidad su organización estratégica de la sociedad y el poder político, puntos clave en el manejo de una dictadura de dominación total. Entre los instrumentos para aplicar el terror y la represión, está su legalidad que incluye sus leyes, su código penal, su constitución y la impunidad extendida a los reforzadores de dicho aparato.

La noción que regímenes totalitarios son entidades dogmáticas y que no ejercen un pragmatismo calibrado, es falsa. Pese al estar circunscrito en lo abstracto por ideologías radicales y apocalípticas, la verdad es que tanto los comunistas, los fascistas como los islamistas, han profesado en la práctica una adaptabilidad a los factores internacionales que se les ha presentado.

La primacía de preservar el poder con todas sus dádivas, ha decretado la facultad para que los parámetros de la arbitrariedad se extiendan hasta los límites que los defensores de la libertad y la democracia en el mundo estén dispuesto a tolerar. Por eso hay que entender el formulario fraudulento de apelar a “leyes” o “artículos” de una legalidad soberbia y antitética a un Estado de derecho, como simplemente una modalidad represiva que se aprovecha de la indiferencia que relaciones diplomáticas, convenios comerciales y otros contextos de “normalización” le prestan.

Acusaciones y cargos como “desacato”, “difusión de noticias falsas”, “desobediencia”, “resistencia”, etc., alcanzan proporciones inauditas y se convierten en el mecanismo preferido para intentar limitar todo esfuerzo de coordinación contestataria. En otras palabras, esto es la intención dictatorial para presentar el pretexto para oprimir a un pueblo y pretender ofrecer un puente de racionalización legal que busca equivaler, falsa y desfachatadamente, el legalismo comunista con la de un Estado de derecho en un país libre.

El ejercicio de confeccionar un código penal en un país donde no hay un Estado de derecho, es mero teatro. Sin embargo, es parte de un componente muy importante para el poder dictatorial. No por su uso justiciero o por aportar éste ningún aditivo moral. La legalidad castrista, ese simulacro que intenta en la imaginativa ser equiparada con las de las democracias, sirve para reforzar la contracultura penetrando la psiquis social de la sociedad cubana, fundamenta una concienciación falsa de la realidad y a la vez, pinta para el exterior un cuadro engañoso.

Al dictador Raúl Castro le tocó capitanear las riendas dictatoriales relevantes, en mares tranquilos, analizado desde el prisma de un contexto histórico internacional. El presidente estadounidense en turno, siempre ha sido una variable seminal que ha impactado el nerviosismo del régimen castrista por razones obvias. Barack Obama y su deseo insistente desde que llegó al poder de “normalizar” lo anormal e inmoral y aproximarse a una dictadura sanguinaria e injerencista a 90 millas de su costa, sin exigir ni una mínima rendición de cuentas, le dio al raulismo la luz verde para profundizar la práctica insana de aplicar castigos arbitrarios, en tribunales de canguro. El despotismo cubano ha respondido a condiciones que le ha favorecido y se permite el lujo de trazar este curso nuevo en el caso cubano de la coexistencia, sin embargo, éste ha sido uno muy aprovechado por el comunismo internacional a través de la historia.

Détente, ese concepto político cuya palabra proviene del francés, en su uso práctico mejor se explica como una política de “distensión”. Ésta tuvo su apogeo como un ejercicio de la política internacional en los años 1970’s. Fue un fracaso contundente, juzgado como estrategia para promover y defender la democracia. Esta etapa de un percibido deshielo de la Guerra Fría, sólo sirvió para engrosar la lista de países y movimientos comunistas en el mundo. Obama al oficializar su détente con los Castro, ha encarrilado a Cuba a seguir el curso fallido que políticas de distensión le han extendido a regímenes de dominación total en el pasado: (1) fortalecer el despotismo y (2) conspirar contra la gesta de liberación.

Cuando el ex mandatario estadounidense pronunció su justificativo para el acercamiento con la tiranía más longeva en el Hemisferio Occidental, en ese mismo discurso del 17 de diciembre de 2014, contenida dentro de su racionalización empaquetada, estaba la referencia a China comunista y Vietnam y sus relaciones respectivas con los EE UU. Ese mismo instante debía de haber servido para dejar ateridos a los esperanzados y los promotores de buena voluntad del esquema de deshielo obamista.

Los casos de Bui Hieu Vo, igual que Phan Kim Khanh, son dos ejemplos recientes donde el Estado leninista de Vietnam le adjudicó cargos “criminales” a blogueros que, según el código penal de los vietnamitas comunistas, dicta de proporcionar “información fabricada” y por ende, de haber hecho “comentarios contra la República Socialista de Vietnam”. ¡Qué locura! Vietnam, con su economía mercantilista pujante y un actor en ascenso en la panorámica económica global, ha logrado un perfeccionamiento en su capacidad monstruosa para reprimir y controlar a sus ciudadanos y han alcanzado anestesiar la sensibilidad de las democracias en el planeta.

Los chinos han elaborado una maquinaria aún más genial y con mayor complicidad del mundo libre. Con ocho años más de experiencia que los vietnamitas en el ejercicio del prototipo que es el comunismo asiático (Estado dictatorial leninista con una economía híbrida) y poseyendo una economía de mayor tamaño, el Partido Comunista de China ha formulado una dictadura plenamente sólida, con todos los ingredientes necesario para la perpetuidad potencial: una población domesticada, una clase empresarial sumisa y fusionada al poder político, un modelo económico conveniente que les sirve para sustentar el costo impresionante de los mecanismos de terror y de control social y a la vez, les posibilita la retención de los atributos tiránicos de un régimen totalitario.

Hasta los demócratas del globo, los que pudieran y debieran confrontar semejante modelo liberticida, esta política de coexistencia les ha proporcionado un efecto hipnótico a la clase política democrática que parecerían estar engañados (o auto engañados), al concluir éstos equivocadamente que si participas en el mercado y con las finanzas y eres parte de la división de labor internacional, no puedes tener un modelo de gobernanza tan malévolo. De esa ingenuidad o complicidad está apostando alimentarse el castrocomunismo. Su legalidad cada día está más audaz y es producto de esta oportunidad que, lamentablemente, le han proporcionado.

Publicado originalmente en Misceláneas de Cuba

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