Como una ráfaga de ganchos y golpes directos al rostro la muerte terminó con la vida de Angel Espinosa Capó, de 50 años, uno de los grandes boxeadores, más temido y mejor pegada de su generación en la isla. Las causas de su muerte aún no se han determinado.
El cadáver del exatleta lo hallaron pasadas las 3.00 de la tarde del pasado miércoles, en el gimnasio de Miami Garde, donde impartía sus conocimientos del deporte y se ganaba la vida honradamente.
“Este golpe ha sido peor que todos sus nocauts juntos, porque se nos ha llevado a un gran amigo y un buen hombre”, fueron las palabras de Blas Mulet, amigo de infancia de Espinosa. “Siempre le pedía que se cuidara, pero a él no le había ido muy bien desde el punto de vista de la salud. Espinos siempre fue un sobreviviente, hasta ahora”.
Una fuerte migraña aquejó a Espinosa durante meses antes de su fallecimiento, sufría además de una presión ante y un grado de ceguera que requería de una intervención quirúrgica, un fuerte cuadro de asma, en tal punto que los que quienes lo hallaron sin vida, encontraron una máscara de aerosol en su rostro.
El boxeador tuvo seis campeonatos nacionales en tres divisiones, en 71, 75 y 81 kilos, era mimado por las multitudes que aprecian el deporte, pero temido por sus contrincantes. Tenía una pegada letal, con ambas manos.
“Angel era tan buen deportista que hubiera triunfado en cualquier cosa”, acotó Mulet. “La gente no sabe que él amaba el béisbol por encima del boxeo, que era tremendo bateador y poseía un gran brazo. Una vez en Holguín quiso entrar en la pelota, pero cuando vieron que era Angel Espinoza, lo obligaron a volver al ring”.
Campeón Mundial en Reno 1986, Copa del Mundo Belgrado 1987 y ganó también el Mach Mundial de Retadores de 1988 y en los cuatro topes bilaterales de Cuba-Estados Unidos, nunca perdió, son parte del palmarés del boxeador.
En Reno hizo amistad con el legendario Sugar Ray Leonard, quien iba a verlo entrenar todos los días y se maravillaba de su físico.
“Leonard se maravillaba cuando yo hacía sparrings y decía que no recordaba boxeadores tan bien formados como yo”, recordó Espinosa en entrevista a el Nuevo Herald, concedida en marzo de 2010.
‘‘Al final me regaló una camiseta con su rostro y yo le di una mía del equipo nacional. Cada vez que veía a un cubano en cualquier parte preguntaba por mí”.
Redacción CPEM / Con información de el Nuevo Herald