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La corrupción en Cuba es un estilo de vida

Policías cubanos
Policías cubanos / Foto: Referencia

Después de un fin de semana junto a un grupo de amigos, bebiendo vodka con jugo de naranja y comiendo masas de cerdo a la brasa, Miguel, inspector de la empresa eléctrica, regresa el lunes al trabajo dispuesto a hacer dinero a como dé lugar.

El caos estatal y las innumerables indisciplinas sociales del cubano de a pie son el caldo de cultivo perfecto para que el ejército de inspectores estatales implementado por la autocracia verde olivo lo aprovechen a su favor.

“Trabajo con otros dos inspectores. Un día cualquiera, cada uno gana de 20 a 30 pesos cuc. Y, para cumplir con lo establecido, imponemos media docena de multas a empresas o personas”, subraya Miguel, mientras en un equipo de audio escucha baladas españolas de los años 70.

El modo de operar es fácil. “Por ejemplo, en Cuba es frecuente que los consumidores roben electricidad para pagar menos en la cuenta a fin de mes. Lo suelen hacer casi todos los dueños de negocios de comida, herreros o personas que por su contenido de trabajo consumen elevadas cuotas de energía. O se conectan a la red pública o inventan decenas de trucos para defraudar al Estado. También lo hace el ciudadano común. ¿Cómo lo aprovecha un inspector para ganar dinero? Simple, detectarlos y amenazarlos con elevadas multas para que el infractor te proponga un trato y te ofrezca determinada cantidad de dinero. Otra manera de ganar plata es vendiendo por la izquierda contadores eléctricos de 220 voltios en 30 o 40 chavitos (pesos convertibles)”, confiesa Manuel.

Las coimas por debajo de la mesa y la corrupción rampante se ha convertido en una manera de resolver una entrada extra de dinero para miles de funcionarios que supuestamente deben velar por el cumplimiento de la ley.

“Las ‘mordidas’ son habituales. A toda hora y todos los niveles. Lo mismo por parte de un policía de tránsito, un inspector de carretera que un burócrata del Ministerio del Transporte cuando te legaliza un documento”, cuenta Arsenio, taxista privado. Y añade: “Si en Cuba se cumpliera la ley y no existiera la salvaje corrupción actual, te aseguro que rodarían muy pocos almendrones por las calles. La mayoria se ha remotorizado con piezas que salen por la puerta de atrás de establecimientos del Estado. Otros son un peligro vial por su mal estado, pero tu ofreces 200 cuc y los funcionarios que hacen el chequeo técnico te dan el OK”.

La corrupción en la Isla es un estilo de vida. Es muy raro que un bodeguero o carnicero no le robe al cliente en la pesa, que un trabajador en un centro de elaboración de alimentos no cargue en su mochila con varios kilogramos de aceite, queso o jamón o que un inspector no se deje sobornar por un usuario cuando es pillado infringiendo la ley.

“Cuba es el país de la siguaraya. Aquí con dinero en mano se puede conseguir lo que tu quieras. Es más fácil ver a Dios caminando por la calle que encontrar a un funcionario honesto. Uno de los sectores más corruptos es el sistema judicial. El entramado de normas, controles y papeleos generan una corrupción galopante”, confiesa un abogado.

Julio Ferrer Tamayo, jurista disidente actualmente encarcelado, lo sabe mejor que nadie. Con documentos que lo certificaban, hace diez meses Julio me contaba el entramado corrupto de la Fiscalía en el municipio Guanabacoa y a nivel nacional, que involucraba incluso al propio Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular.

Pero sus denuncias, en vez de ser investigadas por el gobierno, fueron la coartada perfecta para armarle un expediente judicial a Ferrer y su esposa, la también abogada Marienys Pavo Oñate, y enviarlos los dos a prisión.

“En Cuba un abogado o persona honesta es un estorbo. Y siempre buscan la manera de ’empapelarte’ y joderte. Es muy difícil que en este país, de una forma u otra, un cubano no infrinja la Ley. Si compras carne de res o leche en polvo en el mercado negro, que lo hace todo el mundo, te acusan de cualquier cosa, te aplican determinadas normas y te sancionan. Por eso la gente opta por sumarse a los entramados de corrupción o virar la cara hacia otra parte y no darse por enterado”, apunta un abogado que prefirió el anonimato.

Saúl, jefe de almacén de una panadería y miembro del partido comunista, ha acumulado suficiente experiencia para lidiar con la marea corruptora que campea en el sector de comercio interior y gastronomía, un auténtico cartel mafioso.

“Aquí todo el mundo roba o se empapa con dinero mal habido. Desde los directivos de la empresa hasta un simple panadero. Por eso el sistema costará mucho trabajo cambiarlo. Son miles las personas que, de una forma u otra, viven agarradas a la teta de la vaca estatal. En una democracia eso no pasaría, o fuera más complejo infringir las leyes. Las autoridades lo saben, y te dejan robar a cambio de compromiso político y lealtad a la revolución”, indica Saúl.

Y es que en Cuba un billete en moneda convertible guardado con discreción en el bolsillo de un burócrata corrupto, a cambio te permite certificar diferentes ilegalidades.

Las claves de por qué la autocracia de los hermanos Castro se mantienen en el poder hace seis décadas, pasan por la corrupción, el robo y el descontrol de la economía y los servicios a nivel nacional. No lo duden.

Publicado originalmente en El blog de Iván García y sus amigos Iván García

Written by Iván García

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