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Cuando las barbas de tu aliado veas arder…

Las relaciones bilaterales de EEUU con Cuba y Venezuela, se avizoran complicadas, complejas e inciertas ante la llegada de Trump al poder| archivo
Nicolás Maduro y Raúl Castro / Archivo CPEM

Según reza un viejo refrán, cuando las barbas de tu vecino veas arder, pon las tuyas en remojo. La máxima debería aplicarse al anciano dictador cubano, en especial si tomamos en cuenta que el errático desempeño del presidente venezolano, Nicolás Maduro, se atribuye en gran medida a los (malos) consejos de los fundadores de la dinastía Castro, sumados –por supuesto– a la escasa o nula inteligencia del caricaturesco mandatario sureño.

Resulta siniestro que, mientras Venezuela vive la más profunda crisis política de los últimos 20 años, la mayoría de los cubanos de la Isla no solo permanece huérfana de información, sino –lo que es aún peor– está sometida a un verdadero bombardeo de desinformación desde el monopolio de prensa del gobierno.

Como resultado de décadas de mentiras y “secretismo” –que el periodista Reinaldo Escobar ha definido como el eufemismo que disfraza lo que en realidad es una política de censura de prensa–, así como de los imperativos de la lucha por la supervivencia diaria en un país marcado por las carencias y la pobreza a perpetuidad, el común de los cubanos vive enajenado de la realidad y se muestra apático a cualquier escenario político, sea dentro o fuera de Cuba.

De hecho, resulta verdaderamente extraordinaria la escasez de informaciones en los medios oficiales cubanos sobre lo que está ocurriendo en Venezuela, pese a que su gobierno es el aliado más cercano del Palacio de la Revolución y a que la presencia de decenas de miles de profesionales de la Isla que se encuentran prestando servicios en ese país debería ser motivo suficiente para que sus familiares y la población en su totalidad estuvieran debidamente avisados sobre las crecientes tensiones políticas y los enfrentamientos que se están produciendo entre el gobierno de Nicolás Maduro y sus  falanges chavistas, por una parte, y los sectores de oposición, apoyados por miles de venezolanos hartos del régimen, por la otra.

Pero si a la generalidad de los cubanos puede que no les importe poco ni mucho el destino de los venezolanos en el que tanta responsabilidad tiene la larga injerencia de la dictadura cubana, al menos debería preocuparles la suerte de sus compatriotas, esos esclavos voluntarios en Venezuela donde la violencia, la pobreza creciente y la polarización política los convierte en potenciales víctimas de circunstancias que, a fin de cuentas, les son ajenas.

¿Quién duda que una eventual situación de desórdenes sociales y caos constituiría un peligro colosal para los “misioneros” cubanos de la salud y de otros frentes de la alianza castro-chavista que permanecen en Venezuela? ¿Tiene el General-Presidente cubano algún plan de contingencia para protegerlos? ¿O acaso los lanzará como carne de cañón a defender el régimen autocrático con aspiraciones totalitarias que ha sembrado el castrismo en Venezuela? ¿Asistiremos a una segunda Granada, como la del difunto Maurice Bishop, donde en 1983 Castro I ordenó a simples constructores cubanos inmolarse enfrentados a los marines estadounidenses en un sacrificio tan irracional como absolutamente inútil?

Venezuela es ahora mismo una bomba de tiempo donde la población harta de miseria y desmanes del gobierno, más que los propios partidos y líderes opositores, se está jugando todas las cartas en manifestaciones callejeras. Y mientras aumentan la crispación y la violencia de los “colectivos” y los cuerpos policiales, y se acrecientan la represión desde el gobierno contra los manifestantes, las torturas contra los detenidos y las detenciones contra los periodistas que intentan cubrir la verdad de los acontecimientos, el régimen de Castro, cómplice del sufrimiento venezolano y perverso hasta los tuétanos, guarda silencio.

Se dice que el próximo miércoles 19 de abril se definirá el futuro inmediato de Venezuela. Nadie puede predecir si esa jornada en que las calles serán tomadas por partidarios y opositores del chavo-madurismo terminará en un baño de sangre para perpetuar otra dictadura en Latinoamérica o dará fin al más ambicioso plan extraterritorial del Clan Castro. Por el momento, el señor Nicolás Maduro ya ha dejado claro que su camino es el de la represión, en tanto miles de venezolanos siguen resueltos a reconquistar la libertad y la democracia.

En tal escenario la Fuerza Armada venezolana podría ser el factor clave para apoyar a su pueblo o para vender su alma a los mercaderes de Miraflores o a los oficiales cubanos infiltrados en el alto mando del ejército en ese país, pero en cualquier caso el socialismo del siglo XXI –que en su día se autoproclamó “la alternativa de los pueblos”– tiene perdida la partida de antemano: ningún gobierno decente ni organización internacional que se respete apoyará un gobierno que se imponga a sangre y fuego.

Es precisamente por eso que los viejos marrulleros del Palacio de la Revolución, en La Habana, siguen guardando discreto silencio. Están esperando a ver cómo termina la jugada. Ellos cuentan con la proverbial mansedumbre de los cubanos, que carecen de la voluntad y el valor de los venezolanos, pero saben que con la caída de Maduro en Venezuela perderían a su último aliado político fuerte en la región y una de sus principales fuentes de ingreso de petróleo y de capitales que todavía los sostiene en el Poder, a través del alquiler de esclavos en forma de médicos, maestros, entrenadores deportivos, etc.

No es posible imaginar qué nuevos ardides estarán tramando el General-Presidente y su claque para encontrar una alternativa (no “bolivariana”) a la crisis que se les avecina. No la tienen fácil. No siempre se consiguen aliados que combinen en un solo paquete los rasgos del gobierno venezolano –brutalidad, corrupción y entreguismo–, que facilitaron al castrismo por casi 20 años manipular plenamente y a su favor la riqueza de ese país y prolongar su propio poder sobre la Isla. Seguramente algo se les ocurrirá, pero es probable que para mantenerse en el juego tengan que cumplir ciertas condiciones para cumplir siquiera mínimamente su papel de “dictadura democrática” para el mundo. Por ahora, en medio de tanta tempestad, es de suponer que hayan puesto sus barbas en remojo.

Por Miriam Celaya / Publicado originalmente en Cubanet

Written by CubaNet

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