Cuatro habilidosos cubanos en informática crearon una versión propia de Facebook, con conexión a una red pirata, en una población agrícola, al este de Cuba, como la ciudad de Gaspar, en la provincia de Ciego de Ávila.
En unos de los países con el peor Internet del mundo. Gaspar, con siete mil 500 habitantes, es una población que actualmente es asediada por la sequía que se vive en Cuba, pero es de tierras fértiles. Su avenida Paseo, una avenida central rodeada de casas modestas y deteriorados edificios de tres plantas, según reseña la agencia AFP.
Etecsa es la estatal y única compañía que brinda Internet wifi pagado en Cuba, pero en esta ciudad existe Gaspar Social. Una iniciativa ilegal pero tolerada, como otras tantas en la isla socialista. El Internet en Cuba es costoso y está bajo estricto control del Estado. Pero los jóvenes se las han arreglado para instalar una treintena de redes barriales de intranet en varias ciudades, recabó AFP.
La conexión a Internet en Cuba es costosa, “malo” y bajo control del régimen cubano. Pero una red interna les permite comunicarse, sin permiso oficial del Ministerio de Comunicaciones, estas redes son permitidas por las autoridades siempre que sean de bajo perfil y no divulguen contenidos contrarrevolucionarios o pornográficos.
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Lo que mayormente permiten a sus habitantes es acceso a chat, juegos en línea e intercambiar archivos. Pero en Gaspar, Osmany, Yoandi, Jorge Luis y Sergio se atrevieron a llevar la conexión y la experiencia de los cubanos a otro nivel.
“En un principio era una red para jugar”, hasta que “un amigo me dio la idea” de insertar la red social que había creado para las escuelas, contó Osmani Montero AFP, un informático de 23 años que trabaja en la Dirección Municipal de Educación.
Gaspar Social, similar a la red Facebook, está disponible desde octubre de 2016, pese a la poca amplitud que tiene, ha tenido éxito entre la comunidad rural de la ciudad.
La señal colapsó en poco tiempo, ya que muchos se unían a ella sin tener que pagar el dólar y medio a Etecsa. “Una de las antenas principales estaba cerca de mi casa.
Los usuarios se quedaban frente a mi portal hasta las dos, tres de la mañana, cobijados con sábanas, con colchas”, bromea Yoandi Álvarez, estudiante de medicina de 30 años. Este compró en el exterior una antena y un servidor, luego los usuarios enriquecieron la red con cuatro repetidoras.
Redacción CPEM / Con información de el Nuevo Herald