A Eduardo Almirante Caula o Eddy, como cariñosamente le llaman algunos, se le sale por los poros su amor por la pantomima y su vocación de mago cuando encarna a ese genio del cine que deambula “de aquí para allá”, es conocido como El Chaplin de Cuba.
Con un bigote entintado y vistiendo traje negro de largas costuras y una corbata enlazada al descuido con un bastón en mano, siempre regala una sonrisa es un personaje singular que por años años ha caracterizado las Romerías de Mayo.
El personaje de Charlot es más que una simple interpretación: lo asume como un estilo de vida en toda su dimensión, desde la sátira, lo absurdo hasta la dignidad y compromiso ético con el arte.
Con más de 30 años “metido” en el personaje, para él ya no es asombro pasarse unas 20 horas diarias trabajando, caminando por toda La Habana o simplemente de un extremo a otro del país para provocar la felicidad de quienes disfrutan de su arte.
A estas alturas, tal vez algunos lo tilden de loco o ingenuo, y entre ese ir y venir por toda la Isla, Eddy afirma que es difícil encontrar a algunas personas que no se hayan reído con un gesto suyo, porque hasta los que tienen la cara compungidas terminan “enseñando los dientes y no hay nada más aliciente para mí que haber logrado una sonrisa”, dijo.
Según comentó este artista urbano cubano, desde niño comenzó a hacer teatro, cine y televisión y como su pasión por las artes escénicas era tan fuerte, dejó la universidad para hacerse actor y trabajó ocho años en el Instituto Cubano de Radio y Televisión mientras estudiaba en la escuela de circo.
Tal como lo señalaba Charlot, Eddy afirmó “él se sacrifica para que otras personas sonrían, porque como dijera Chaplin, Sonríe que la vida es corta, la sonrisa solo dura un instante y perdura para toda la vida, es la señal eterna de la amistad profunda, no hay quien no la merezca ni quien no la reciba con agrado”.
Redacción CPEM | Con información de acn
@norismarnavas