Soñó con vivir en Estados Unidos desde que era muy pequeño, cuando logró entrar sólo duró cinco años antes de pedir ser repatriado a Cuba. ¿La razón? la comodidad de vivir bajo la anarquía cubana. Esa es la historia de Michel, un joven que ahora vive vendiendo ropa y es prestamista.
En una entrevista con CubaNet, Michel revela porque decidió venirse de los Estados Unidos, mientras miles de sus compatriotas intentan desesperadamente ingresar.
Vivía en casa de un amigo en Miami, trabajó duro durante los años que gozó del “imperialismo”, lavaba carros, cortaba césped y uno que otro trabajo de fontanería.
Nunca tuvo el dinero que imaginó tener pero tampoco se esforzó demasiado para obtenerlo. Él reconoce que estaba acostumbrado a ganarse la vida de manera fácil en las calles de La Habana, los años que vivió en los Estados Unidos le parecieron un infierno.
“Demasiadas leyes, y todo hay que pagarlo. Con lo de la ropa reuní un dinero y de eso es que vivo. Para la gente del barrio yo soy el tipo que vino de la Yuma y que tiene dinero para alquilar un carro e irse para la playa con diez jevitas (mujeres), pero eso jamás yo pude hacerlo en Miami”.
Su plan era tan superficial como la vida que hoy lleva en el país comunista. Pero estar en los Estados Unidos le enseño que vivir en Cuba es posible siempre y cuando cuentes con el dinero necesario para sortear los obstáculos de corrupción que impone el régimen.
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Pero Michel no es el único repatriado que aprovecha lo hecho en el “imperio” para su beneficio en la Isla. Gracias a la distorsión económica que existe entre ambos países, el trabajo de fontanero en Miami le permite llevar una vida de burgues en Cuba.
Doray, repatriada que aspira a montar un negocio gastronómico, reconoce que el dinero que habrá de invertir, apenas le hubiera alcanzado para sobrevivir dos o tres meses en Miami:
“Abrir un restaurante allá no es tan fácil ni tan barato. Por cualquier bobería te pueden cerrar. Aquí con cuatro pesos uno le paga al inspector y no pasó nada. Cumples con pagarle a la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) lo que declaraste y el resto va para tu bolsillo sin ningún problema. Con el dinero que voy a invertir no me hubiera alcanzado allá ni para sobrevivir dos o tres meses”.
A sus 42 años asegura sentirse cansada de trabajar y es por eso que disfrutará de las “comodidades” que Cuba le ofrece, si tienes dinero para pagarlas.
“Ya veremos qué pasa. Pienso que en un par de años ya recuperé mi dinero e incluso que ganaré lo suficiente para sentarme en mi casa sin preocupaciones. No me importa lo que pase con los demás. Si me enfermo, voy al hospital, y por mucho que tenga que pagar será más barato que en Miami. Tengo 42 años y ya me cansé de trabajar. Es hora de que otros lo hagan por mí, ¿tú no crees?”.
Cuba, ¿Paraíso de los vividores?
Retornar no para ingresar en un mercado laboral mucho más prometedor que el que han dejado atrás ni porque el panorama socio-económico se haya vuelto más atractivo para los cubanos –quienes jamás han sido convocados por las carteras de oportunidades emitidas por el gobierno–, sino para aprovechar las miles de fisuras legales que permiten al pícaro una vida acomodada, es lo que se intuye en la conversación con otros repatriados.
Arturo cumplirá 51 años este 2017 y, a pesar de ser un hombre relativamente joven y no padecer dolencia alguna, ha regresado a Cuba para “disfrutar” de su “retiro”.
Al igual que Michel y Doray, Arturo trabajó en los Estados Unidos en empleos menores durante más de diez años y, habiendo reunido unos pocos miles de dólares ahora ha retornado a “disfrutar de lo mejor del socialismo”.
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Arturo compró un apartamento en Centro Habana, cerca del Boulevard de San Rafael, y ahora alquila habitaciones por horas a servidores sexuales, lo cual le deja una renta mensual de unos 600 dólares, cantidad que encuentra suficiente para “vivir a todo tren” en un país donde el salario mensual promedio rara vez supera los 30 dólares.
“Compré el apartamento en 15 mil dólares, lo reparé y ahora alquilo una habitación por horas. En esta zona es un negocio muy rentable. Tengo una gente que me cambia las sábanas, limpia la casa y me hace las compras y yo le pago al mes 30 dólares por hacerlo todo, incluso a veces me cocina. Yo no tengo que ocuparme de nada, ni tengo nada que ver con los clientes. Lo mío es hacer lo que no pude durante años. En Miami tuve que trabajar muy duro, así que ahora me toca vivir a todo tren y disfrutar de lo mejor del socialismo”, .
Redacción Cubanos por el Mundo / Con información de CubaNet