La Segunda Sesión Extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su VIII Legislatura, culminó con el respaldo unánime de los diputados a tres documentos de extensos nombres: la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, a los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y de la Revolución para el período 2016-2021 y a las Bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el año 2030.
En la reunión se aseveró que “estos son los documentos más estudiados, discutidos y rediscutidos en la historia de la Revolución […] y tal vez de la historia de la República de Cuba”.
También se manifestó que estos fundamentos programáticos “reafirman el carácter socialista de la Revolución Cubana y el papel del Partido Comunista como fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Además, se planteó evitar la acumulación de la propiedad y de la riqueza por parte de los ciudadanos cubanos.
Repasando lo sucedido, se llega a la conclusión de que todo esto es más de lo mismo.
El que estos sean “los documentos más estudiados, discutidos y rediscutidos”, no significa absolutamente nada, conociendo cómo se realiza este proceso: una comisión creada al efecto elabora la versión original, el Partido la aprueba y después la baja a los ciudadanos, a través de las organizaciones gubernamentales, donde se analiza bajo la supervisión de un funcionario designado, que evita desviaciones del texto principal o aportaciones indebidas, siendo elevada posteriormente a la instancia superior con los ajustes aprobados.
En este proceso no se permite la participación de nadie que cuestione el sistema establecido, dando por sentado que solo tienen voz y voto los denominados revolucionarios. El mismo, por lo general, tiene un carácter formal y burocrático, donde lo importante es lograr altas cifras de participantes, con el objetivo de presentarlas como un verdadero ejercicio democrático. Así sucedió con la Constitución de 1976, con la “irrevocabilidad del socialismo” y, últimamente, con “el concepto de revolución”.
Resulta irónico que, mientras la ciudad de La Habana sufre la carencia de agua potable debido a la ruptura de la principal conductora de la Cuenca Sur, construida hace siete décadas y sin mantenimiento durante los años del poder revolucionario, los máximos responsables de ello, que no han sido capaces de construir el presente, pretendan diseñar e imponer el futuro.
Además, con los “documentos programáticos” suele acontecer que unos los elaboran y refrendan hoy, y otros, mañana, los cambian o eliminan. Así ha sucedido a lo largo del tiempo. ¿Acaso olvidan sus autores que ellos, en 1959, dejaron sin efecto la Constitución de 1940, elaborada con la participación de todas las tendencias políticas del momento y aprobada por el pueblo, la cual precisamente utilizaron para movilizar a los ciudadanos en contra de la dictadura, prometiendo restablecerla en todos sus artículos una vez alcanzada la victoria, algo que nunca hicieron? Nadie puede asegurar que la historia no se repetirá.
Esto de obviar el presente y dedicarse a planificar el futuro a su gusto e intereses, parece ser un mal genético de quienes profesan las ideas socialistas y comunistas. Sucedió en los ex países socialistas y se repite hoy en Cuba.
Cuando los presidentes gobiernan por un período de cuatro o seis años, sin posibilidad de reelección o con la posibilidad de reelegirse solo una vez, están obligados a tratar de resolver el presente y carecen de tiempo para divagar sobre el futuro. Sin embargo, cuando se gobierna ininterrumpidamente durante más de medio siglo, se olvida la solución del presente, y se pierde el tiempo y se le hace perder a los demás, divagando sobre el porvenir, tratando de trascender en la Historia.d
Éste, entre otros, ha sido y es actualmente uno de los principales problemas de Cuba.
Fernando Dámaso / Publicado originalmente en Diario de Cuba