El desespero por lograr una vida lejos de la dictadura, lleva a los cubanos a tomar decisiones difíciles, así lo relata Rita María Triana, una gastroenteróloga y psicóloga que se encuentra escondida en Panamá para evitar ser deportada.
Para ella, hacer la travesía por la selva fue “bien feo” y asegura que incluso algunos cubanos atentan contra su salud para evitar regresar a Cuba.
“Fue bien feo aquello, bien duro, bien triste. La desesperación del cubano con tal de lograr la libertad hace que uno haga cosas incluso contra la salud”,
A sus 57 años, dedicó 35 años de su vida a trabajar en un hospital en Cuba, pero tuvo que renunciar por la enfermedad de Parkinson que sufre su madre.
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“Comencé a trabajar como sirvienta ganando 15 dólares al mes. Con ese dinero iba ahorrando lo que podía para ayudarla en sus necesidades”, cuenta.
Cansada de la miseria en la Isla comunista, decidió emigrar y fijó su mirada en Trinidad y Tobago, país que utilizó como trampolín para llegar a Centroamérica.
Después viajó a Guyana, y de allí se fue en una embarcación a Venezuela, donde la hospedaron en un hotel “de militares”. Cruzó Colombia pagando sobornos y se adentró en la selva. En el albergue de Cáritas, dirigido por la Iglesia católica, recibió la noticia del fin de la política “pies secos, pies mojados”.
“El recibimiento que le dimos a Obama [cuando visito la isla en el 2016] fue muy por encima de lo que él hizo después. Defraudó a los cubanos”, dice Triana con tristeza. “Nos hemos quedado varados todos por una cosa que nadie esperó de él”.
La mujer viva en casa de un colombiano donde se encuentran varios cubanos. En agradecimiento, la médica realiza las labores hogareñas. Llegó ahí tras rechazar la propuesta del gobierno panameño que buscaba reubicar en mejores condiciones a unos 300 cubanos que estaban en el albergue de Cáritas.
Los cubanos que decidieron acogerse al programa fueron llevados a Gualaca, en el occidente del país, a la espera de que se tome una decisión sobre su futuro: deportarlos, acogerlos o enviarlos a un tercer país.
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Menos de la mitad de los migrantes tomaron la opción de las autoridades y se quedaron como indocumentados en la capital panameña. Tanto Rita María como sus familiares permanecen ocultos por miedo a ser detenidos por las autoridades migratorias y deportados a Cuba.
“Estamos esperando a que el presidente [Juan Carlos] Varela o el encargado de Migración [Javier Carrillo] se compadezcan de nosotros. Sólo pedimos que nos dejen estar aquí para trabajar honradamente”, dice.
Sin embargo, desde la clandestinidad envían un mensaje al nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, para que les permita ingresar al país del norte o mediar para que Panamá le conceda ciudadanía legal.
“Si Trump no acaba de decidir lo que va a hacer con nosotros”, dice, “lo único que espero es que nos permitan legalizarnos aquí para trabajar honradamente”.
Redacción Cubanos por el Mundo / Con información de El Nuevo Herald