Goteras en el techo, aires acondicionados sufriendo por la afluencia de pasajeros y una larga cola esperando ser atendido. El Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, no apto para recibir el grueso número de temporadistas que ahora arriban a la capital cubana, sufre los embates de un auge sin planificación.
El aumento en el volumen de pasajeros no se corresponde con unas instalaciones cuyo servicio e infraestructura no está apto para hacerle frente. Sólo durante el primer semestre de este año, la terminal aérea recibió a 3,3 millones de viajeros, incremento cercano al 30% en comparación con el periodo anterior. ¿Qué tal el viaje? Nada satisfactorio.
Tal y como reseña el artículo de 14 y medio faltan locales gastronómicos y el desabastecimiento se hace sentir. “Solo tenemos estas dos cafeterías acá arriba”, cuenta una de las empleadas que despacha.
“Hoy no nos ha llegado la cerveza y tampoco hay agua, solo estamos vendiendo café además de pan con jamón y queso”, respondía este lunes a varios clientes.
En el exterior se erige una nave inacabada donde se instalarán nuevos locales de comida. “En el financiamiento de esta infraestructura estaba vinculada la constructora Odebrecht y todo se paralizó con el escándalo de corrupción en Brasil” comentó a 14 y medio una fuente del Ministerio de la Construcción que prefirió el anonimato.
“Esperamos que quede abierta antes de que termine el año como una alternativa para los viajeros y sus acompañantes”, detalla el funcionario. “Pero una cosa es el local y otra el suministro de alimentos y bebidas, eso le corresponde garantizarlo a la Empresa Cubana de Aeropuertos y Servicios Aeronáuticos (ECASA)”.
“No podemos hacer magia. Si en el país falta la cerveza, ¿de dónde la vamos a sacar?”, pregunta de forma retórica una empleada de la oficina central de ECASA a la que este diario tuvo acceso por vía telefónica. “Hemos tratado de cubrir la demanda con productos importados, pero los turistas quieren tomarse una cerveza cubana en el aeropuerto”, sostiene.
En agosto pasado se había anunciado que las compañías francesas Bouygues y Aeropuertos de París habían logrado una concesión para ampliar y gestionar la terminal aérea, lo que había servido de aliento a quienes allí laboran.
“Aquí no han puesto ni un tornillo”, protesta la vendedora de un puesto de artesanías en la planta intermedia. Fuentes del sector afirman que no se han hecho todavía estudios de factibilidad para comenzar las obras. “Ni siquiera han llegado los proyectistas franceses a evaluar la terminal”, afirma un alto funcionario del Ministerio de Transporte que añade que el proyecto está pendiente del apoyo del nuevo inquilino del Elíseo.
“Una falta de respeto”
Usuarios del aeropuerto rechazan que no haya ni donde sentarse. “El calor es insoportable y la cafetería no tiene ni agua” comenta Manuel Delgado, de 58 años, mientras espera a su hija residente en París de un vuelo de Air France. Delgado considera la situación en el aeropuerto “una falta de respeto”.
Quizás los baños sean la peor parte de la historia. “Huelen mal y, aunque el servicio es gratis, las empleadas piden dinero. De una manera un poco disimulada pero lo piden”, cuenta Yesenia, quien se trasladó desde Matanzas para recibir a un hermano que regresa de México.
En los servicios sanitarios de mujeres una trabajadora sostiene el rollo de papel para secarse las manos. “No es obligatorio, pero te miran mal si no le das algo”, asegura Yesenia. Una de las empleadas pregunta entre las clientas para cambiar cuatro monedas de 25 centavos de euro “por un peso convertible”. Finalmente, una turista con aspecto europeo accede.
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