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Más que víctimas, son un camino

El ejemplo de Oswaldo Payá sigue en pie y merece incluso una mayor elevación

Cuando se celebra, establecido por Naciones Unidas, el Día Internacional de Nelson Mandela, el 18 de julio, a 99 años de su nacimiento, la prensa cubana hace alguna mención sobre el gran líder sudafricano, no por sus indudables méritos como demócrata y enemigo de toda opresión, sino por su amistad con Fidel Castro.

Si Mandela hubiera luchado por la democracia en un país comunista, no hubiera sido amigo del dictador cubano y la prensa nacional hablaría de él, si acaso, solo para acusarlo de oscuros intereses y para destruir su reputación.

Por eso, en estos días no se ha hablado del fallecimiento, el 13 de julio, de Liu Xiaobo, el más importante disidente chino, ni se hablará pronto —cuando el 22 de este mes se cumplan cinco años de su muerte, en 2012— de Oswaldo Payá, uno de nuestros más grandes demócratas de los últimos decenios. Ya ambos fueron suficientemente denigrados.

Las autoridades chinas dejaron que un cáncer ejecutara la verdadera pena que pesaba sobre Liu Xiaobo, nacido en 1955. Escritor y activista a favor de los Derechos Humanos y las reformas democráticas en China, había sido condenado formalmente, en 2009, a 11 años de prisión por “incitar la subversión contra el poder del Estado”.

Liu Xiaobo había cometido el delito de ser uno de los principales promotores de la Carta 08, manifiesto —al modo de la famosa Carta 77 en la Checoslovaquia comunista— que firmaron, primero, 303 intelectuales y activistas de Derechos Humanos, y, luego, otros 8 mil ciudadanos chinos, que intentaban promover la reforma política y la democratización en su país.

En octubre de 2010 le fue concedido al prisionero de conciencia —valiente para ser respetuoso aun con sus carceleros— el Premio Nobel de la Paz. Ese mismo año Mario Vargas Llosa recibió el Nobel de Literatura. Los defensores del totalitarismo, que los acusaron a los dos, hubieran querido para este igual cárcel que la sufrida por aquel, y de seguro también su terrible final.

Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, ha escrito que “la verdadera historia del comunismo es la de sus víctimas. Sus verdugos son la historia real de su Mentira, la que les permite matarlas”. Y cita un fragmento de Liu Xiaobo en memoria de los caídos en Tienanmen: “Los vivos deberían, realmente, cerrar sus bocas y dejar (…) a las almas de los muertos enseñar a los vivos lo que significa vivir, lo que significa morir, lo que significa estar muerto pero todavía vivo”.

“Muerto pero todavía vivo” es la mejor descripción que se puede dar de Oswaldo Payá (1952-2012), por la vigencia de los principios de su lucha libertaria y pacífica entre los que continúan su legado. Fundador del Movimiento Cristiano Liberación en 1988 y organizador del Proyecto Varela en 1998, Payá y otros activistas democráticos comenzaron en 2003 el llamado Diálogo Nacional que se convirtió en el Programa Todos Cubanos, que el líder presentó en 2006 para encauzar una transición pacífica y democrática.

En el año 2002 el Parlamento Europeo le concedió a Oswaldo Payá su Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia. En cinco ocasiones resultó candidato al premio Nobel de la Paz, propuesto insistentemente por Vaclav Havel, el Presidente de la República Checa, ex luchador perseguido por tener los mismos ideales. “Me han dicho que me van a matar antes de que termine el régimen, pero yo no voy a huir”, aseguró Payá.

Y no huyó. Y la amenaza fue cumplida al pie de la letra. Cinco años después, más allá de las críticas y las diversas opiniones, el ejemplo de Oswaldo Payá sigue en pie y merece incluso una mayor elevación, no por el simple culto a un hombre eminente, sino porque indicó, con más nitidez que otros destacados líderes, un camino posible en medio de la confusión, de la represión, del engaño y de la división.

Si, como dijo Liu Xiaobo, las almas de los muertos pueden “enseñar a los vivos lo que significa vivir, lo que significa estar muerto pero todavía vivo”, podemos comprender cuán importante es que procuremos, hoy más que nunca, que se haga valer la voluntad de todos los cubanos, más allá de toda ideología y todo proyecto político.

Esa es, sin duda, la esencia de la labor que lleva adelante Rosa María Payá, una de las voces que se está haciendo oír con mayor claridad en el concierto de voces que claman para que el futuro de los cubanos no sea decidido por ningún grupo, sino por todos en igualdad de condiciones. Todos Cubanos, decía Oswaldo Payá.

Publicado originalmente en Cubanet por Ernesto Zantana Zaldívar

Written by CubaNet

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