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Por una Cuba libre

Afortunadamente, todo parece indicar que en los tiempos actuales no habrá nuevas concesiones a cambio de nada

Trump firma la orden ejecutiva

Cuando a través de la prensa conocimos durante el mes de junio pasado que el presidente Donald Trump viajaría a Miami, para dar a conocer las medidas que su gobierno tomaría para revertir parte de las medidas unilaterales que Barack Obama puso en vigor en beneficio de la tiranía comunista cubana, no sorprendió a ninguno de los muchos cubanos que integramos este exilio histórico.

Esperamos con paciencia el fin de la política absurda puesta en marcha por el anterior inquilino de la Casa Blanca, a cambio de nada. ¡Absolutamente nada!

Sin embargo, no podemos escapar a la inevitable interrogante: ¿Tendremos una Cuba libre cuando haya cambios significativos en la política de los Estados Unidos hacia Cuba?

Cuando se sellaron los acuerdos entre Barack Obama y Raúl Castro ni siquiera se tomó en cuenta la devolución a las autoridades norteamericanas de Joanne Chesimard, líder del Black Liberation Army, quien en 1979 escapó de la prisión donde cumplía una sentencia de cadena perpetua por el asesinato en el Estado de New Jersey del agente federal Werner Foestery. Sabido es que esta prófuga de la justicia halló refugio en la isla de Cuba, donde durante largos años ha vivido bajo la protección y el amparo de la jerarquía gobernante.

Tampoco Obama condicionó el establecimiento de los acuerdos a un cambio de actitud en la naturaleza represiva de la tiranía. A partir de las concesiones puestas en vigor por la administración norteamericana, continuaron en Cuba los arrestos y encarcelaciones arbitrarias, se mantuvo el clima de terror gubernamental y la indefensa población continuó padeciendo de hambre y miserias, y sufriendo todo tipo de atropellos y carencias de libertad.

Esta ha sido la realidad amarga y doliente en la Cuba “revolucionaria” de los Castro. Este ha sido el desenmascaramiento del mito de un exmandatario, más preocupado por su legado histórico como pacifista que por su defensa de las libertades fundamentales. Su absurda política de no responder adecuadamente al grosero puntapié en el trasero de la democracia, de ofrecer en mansedumbre la otra mejilla, luego de recibir la arrogante bofetada, trajo como consecuencia la prolongación del sufrimiento del pueblo cubano.

Afortunadamente, todo parece indicar que en los tiempos actuales no habrá nuevas concesiones a cambio de nada. A pesar de las muchas administraciones que han pasado por la Casa Blanca (12 en total), ni una sola ha mostrado interés alguno en tomar medidas adecuadas que de alguna forma sean capaces de ayudar a poner fin a ese régimen de atropellos y aniquilamiento, físico y espiritual, que durante más de 58 años ha venido padeciendo la población cubana.

Esta es la realidad histórica que, sin fanatismo, hay que reconocer si queremos ser honrados con nosotros mismos.

A través de los años no faltaron las promesas. Recuerdo que en una entrevista que varios ex prisioneros políticos tuvimos con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca, el 20 de mayo del año 2001 éste nos comentó: “Pueden estar seguros que antes del fin de mi mandato como presidente de los Estados Unidos, yo saco a Fidel Castro del poder”.

Es posible que su promesa no haya sido cumplida a consecuencia de la guerra de Irak, por el derribo en New York City de las Torres Gemelas o por algún otro motivo, político o de cualquier otra índole que le impidió cumplir lo que aparentemente en aquel momento era su voluntad. Anteriormente fue la promesa de John F. Kennedy, durante el recibimiento de los excarcelados combatientes de la Brigada de Asalto 2506, en el Orange Bowl de Miami, en 1962, quien en dramático simbolismo anunció que esa gloriosa bandera cubana la entregaría personalmente en una Cuba liberada. Luego vino la crisis de los cohetes con ojivas nucleares de la Unión Soviética instaladas en Cuba y el pacto Kennedy-Khrushchev, donde dentro de los acuerdos, al menos por un período de 20 años, el gobierno norteamericano se comprometía a salvaguardar los intereses del régimen castrista, de manera que los cubanos exiliados se vieran impedidos de llevar a cabo desde el exterior acciones militares contra la tiranía comunista de Cuba.

A partir de entonces comenzó la cacería contra las organizaciones de acción, no subordinadas a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), entre ellas Alpha 66. Muchos años después, como mudos testigos de aquel acto de complicidad monstruosa, es posible percibir los cráteres de las bombas que aviones de combate norteamericanos dejaron caer, en la primavera de 1963, sobre la rústica pista de aviación construida en Cayo Williams, por comandos de nuestra organización. Y nos queda el hiriente recuerdo de las lanchas hundidas por los guardacostas de este país, cuando intentábamos llevar a cabo alguna acción armada contra objetivos militares en las costas de Cuba.

Para muchos son grandes las expectativas sobre las medidas de rectificación de errores cometidos por la administración Obama y que hoy, oportunamente, el actual mandatario norteamericano deja sin efecto en justa recompensa a quienes creemos que la libertad de Cuba es posible y por ella luchamos. También, por qué no, en agradecimiento a esa inmensa legión de cubanoamericanos que otorgaron su voto para que el candidato Donald Trump consolidara su triunfo en la Florida, una de las contiendas claves del voto electoral para alcanzar la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Ojalá esta vez se cumplan nuestros anhelos de encontrar el apoyo adecuado, de manera que podamos acortar el plazo de agonías que aún le quede por sufrir al pueblo de Cuba. Ojalá se descorran los cerrojos de la insensibilidad, y junto a las razones de cariño y gratitud que sentimos por este gran país, donde han nacido muchos de nuestros hijos y no pocos hijos de ellos, podamos recuperar la confianza perdida y esa fe marchitada a causa del desengaño por la falta de solidaridad de nuestros aliados naturales.

Escabroso es el camino que aún nos queda por delante recorrer en nuestro irrenunciable afán de conquistar la libertad de Cuba. Pero seguro estoy que al final nos alzaremos victoriosos sobre los escombros y las viscosas cenizas de la tiranía.

Publicado originalmente en Cubanet por Ernesto Díaz Rodríguez

Written by CubaNet

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