Con 100 bolívares (billete marrón) en su cuenta nómina del Banco Venezuela, Salazar Garrido Salazar Garrido supuesto narcotraficante en Venezuela, fue enviado a tribunales por su supuesta participación en la salida ilegal de la aeronave, matrícula 9H-FED, desde el aeropuerto Arturo Michelena de Valencia el 12 de agosto del 2012.
Una pequeña celda en la mínima de Tocuyito se convirtió en cómplice de la injusticia. Desde hace casi cinco años alberga a uno de los supuestos narcotraficantes del famoso caso de la avioneta cargada de drogas capturada en Islas Canarias: el sargento de la Guardia Nacional Edgardo Salazar Garrido.
Todos los presuntos implicados parecen haber caído en el olvido. El proceso judicial marcha más lento que la internet en Venezuela.
Horas después fue imputado por la presunta comisión de los delitos de tráfico de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, cooperador de tráfico de droga internacional, corrupción y asociación para delinquir.
“Narcotraficante. ¡Qué palabra! Corrupción. Cuando lo único que tenía en mi cuenta eran 100 bolívares”, relata el sargento desde un caluroso calabozo que comparte con otros siete privados de libertad.
El uniformado tenía poco más de una semana de haber sido trasladado al aeropuerto, tras estar destacado unos meses en Puerto Cabello en el Comando Antidroga de la GN. “Solo tenía 11 días conociendo a dos compañeros. Cómo me pueden acusar de asociación para delinquir”, se pregunta.
Sin levantar sospechas
Poca era la experiencia del sargento como comando antidrogas, menos aún en un aeroclub. Sin embargo, en un par de semanas fue tomando el ritmo de su trabajo y la terminal aérea. Esa noche todo le pareció “normal”.
Era el 11 de agosto del 2012. Faltaban 10 minutos para las 9 de la noche cuando Salazar Garrido es notificado que en breve comenzaría su primer turno junto a un sargento mayor del entonces Destacamento N° 24. Esa noche –recuerda– llegaron dos vuelos nacionales, que chequearon, tomaron nombres de los tripulantes y revisaron equipajes: sin novedad.
Su responsabilidad eran aviones nacionales. A las 11:50 p.m, 10 minutos antes de terminar la guardia, un avión grande (internacional) aterriza por la pista alterna. El tamaño de la aeronave fue lo único que llamó la atención al novato castrense. Esperó que estacionaran. Apagaron el motor y abrieron la compuerta, narra.
Media hora después, el guardia hizo lo que se convirtió en su última revista de la noche y su carrera, por los hangares. Aun todo estaba normal. Caminó y llegó a la Sala de Embarque del Aeropuerto Arturo Michelena a verificar cuándo harían su relevo, su turno culminaba a la medianoche.
“¡Todo sin novedad mi sargento!”, informó Salazar Garrido al jefe de los servicios. La orden no tardó en llegar: te puedes retirar. Su reemplazo hizo lo propio mientras él descansaba hasta las 5:00 a.m cuando, nuevamente, debía volver al aeroclub para chequear la primera embarcación del 12 de agosto. Nunca ocurrió.
Cuando comenzaba el siguiente turno, cerca de las 5:30 a.m, Salazar Garrido es notificado del “robo” de un avión, desde entonces, dice, comenzó su infortunio.
A las 10:00 a.m lo llevaron al Destacamento N° 24 de la Guardia Nacional, supuestamente, en calidad de testigo pero fue enviado a tribunales como uno de los presuntos responsables.
Con información de El Nuevo Herald