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“Jaque mate” y sin embargo no ceden

Raúl Castro | CPEM
Raúl Castro | CPEM

Con el sistema cubano las reglas del ajedrez no funcionan igual. Parecen estar en otra dimensión, entre las tantas que describe la física moderna. Este huracán Irma vino a ser el “jaque mate” de su proyecto-país, ya en “jaque” desde el principio de los tristemente célebres Lineamientos, y sin embargo, no se dan por vencidos.

La economía cubana, hecha trisas bajo la dirección de Fidel, fue recibida por Raúl como una papa caliente y ofreció enseguida la esperanza de reformas, dando indicios de verdadero interés en ello.

Pero la dinámica centrifugante del sistema, donde prima la ideología y el instinto de conservación de privilegios sobre el interés nacional, llevaron al traste aquellos esperanzadores planes.Cada plan, cada Lineamiento, cada obra, cayó en el pozo ciego del burocratismo y el enquistamiento político-ideológico.

El puerto del Mariel, con el bloqueo aún intacto y al ritmo de aceptación de negocios que trabaja, ni en 100 años se recupera la inversión. Mucho menos podrá impulsar el desarrollo del resto de la economía como se esperaba, con resultados tangibles para el 2030.

El turismo, impulsado tras la apertura con los USA, choca con varios obstáculos que solo podrían ser salvables si se cambia de mentalidad y de actitud desde el Gobierno. Cosas imposibles para sus mentes embotadas por dogmas extremistas.

Venezuela, el socio incondicional que proveía recursos por la unidad ideológica de ambos Gobiernos, llegó al colapso a pesar de sus riquezas petroleras. Nada escapa al desastre cuando se le inyecta una dosis del virus cubano, “el virus del totalitarismo estatalizado de la falsa izquierda”.

Decreciendo el PIB en los dos últimos años solo les quedaba el resuello brindado por Obama con el deshielo en las relaciones bilaterales y la flexibilidad del bloqueo. Pero tras los primeros signos de alivio vino Trump, aliado con los sectores más conservadores de la política cubano-americana, y cerró la llave de paso. Aunque quedan “buenas gotas” con las remesas y otras dádivas, no es suficiente para levantar a un muerto, como es, en efecto, la economía cubana.

Raúl prometió terminar su mandato en 2018, en este proceso electoral que ya inició con grandes demostraciones de ilegalidad, en aras de evitar la postulación de la oposición pacífica. Es algo que solo podría suceder por dos vías: por muerte o porque él mismo lo decidiera. Jamás sería posible por su fracaso en la gestión o porque el pueblo no lo quisiese más en el poder. El poder es todo de ellos, ellos son los soberanos, no el pueblo.

Foto: Steven Certilman
Es un hecho que Raúl creyó sinceramente traspasar el poder a sus subalternos comprometidos y familiares con algunas dotes políticas, paulatinamente.Primero a nivel de gobierno y luego en una segunda etapa, a nivel de partido, que es realmente “el poder” en Cuba. Y pensó a estas alturas tener algún resultado positivo que exhibir. Sin embargo, solo tiene este escenario dantesco y sin esperanzas.

Ya la cosa estaba fea y al parecer no sabía qué hacer, si cumplir la promesa hecha o fingir que sus subalternos o “el pueblo”, no le permitían dejar el poder. Se notó el titubeo en declaraciones de su hija Mariela y otros indicios. Pero “el almanaque lo está planchando”, como se dice vulgarmente. Ya su salud no da para otro mandato y es evidente por su ausencia en los escenarios devastados por el huracán y las poses sin audio en la televisión, solo en reuniones o recibimientos oficiales.

Irma ha sido como un “jaque mate” a la posibilidad fantasiosa de revertir la situación crítica de Cuba sin “cambiar” de verdad. Si el país era un desastre, ahora es un calvario. La vieja y corroída infraestructura cubana ha sido destrozada. Y la maltrecha economía, ineficiente e ineficaz por su naturaleza estatista-centralizada, si no daba para mantenerse antes, ahora menos para recuperarse y luego avanzar.

Es el fin de lo que hace tiempo llegó a su fin: el proyecto socialista–radical cubano. El fin de lo que solo “vive” por el férreo control social que posee el PCC y las fuerzas represivas. Tienen las armas y las instituciones atadas a ellos, pero no tienen resultados positivos, ni apoyo popular, ni la legitimidad del voto, ni la fe del pueblo que un día tuvieron, ni nada que puedan hacer para revertir la situación.

Excepto “cambiar de verdad”, pero eso es difícil que lo hagan: por orgullo, por mezquindad o por ese falso espíritu de soldado, heredado de la madre España, que prefirió entregarnos a los EUA en París antes que ceder la independencia aceptando su derrota frente a sus propios hijos mambises. Ellos prefieren una Cuba destruida antes que devolver la soberanía al pueblo que los siguió infructuosamente por décadas.

Tras muchos “jaques”, Irma es en realidad el “jaque mate” del sistema cubano. Pocos lo duden. Pero aún tardaremos un poco en plantar un “nuevo juego” con diferentes jugadores. Ellos, la Revolución o el sistema cubano, como se les quiera llamar, son pésimos perdedores. Como niños malcriados no se paran de la mesa y ceden el tablero. Lo han tomado junto con las fichas y se lo aferran al pecho diciendo “esto es mío y aunque pierda sigo jugando”.

Es cierto que todavía entre los cubanos no aparece una fuerza política que les “pare el caballo” y los obligue a respetar las reglas. Por eso siguen ahí. Pero quejarnos no ayuda, solo seguir empujando el cambio constructivo que Cuba necesita, con la certeza de que esta situación un día cambiará y lo hará para bien. Ya lo veremos.

Publicado originalmente en Havana Times

Written by Havana Times

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