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La Revolución muere a manos de sus esclavos

La rebelión de más de un centenar de médicos cubanos en Brasil ha generado titulares en la prensa internacional. Se trata nada menos que de una demanda colectiva, mediante la cual los galenos exigen independizarse del gobierno cubano para convertirse en agentes libres y ejercer el derecho a negociar remuneraciones más justas por sus servicios.

Según el artículo Cuban Doctors Revolt: You Get Tired of Being a Slave, publicado por The New York Times el pasado 29 de septiembre, hace más de un año que el proceso inició en la corte federal de Brasil. Hasta el momento se han verificado algunos fallos exitosos y otros muchos sumidos en un limbo legal tras el impeachment de Dilma Rousseff, el traspaso del poder a Michel Temer y el cierre —decretado por Barack Obama— del programa de parole para doctores cubanos, que les permitía obtener la residencia legal en Estados Unidos.

La exmandataria y el gobierno de Raúl Castro firmaron, en 2013, el acuerdo para la contratación de cientos de médicos que trabajarían en localidades remotas de Brasil por un período de tres años. A finales de 2016 el acuerdo expiró, pero los galenos insurgentes se negaron a regresar a Cuba y exigieron al gobierno la liberación de lo que un juez federal ha calificado como “trabajo esclavo”.

La prensa oficialista cubana ha elegido echar tierra sobre el asunto; no solo porque constituye un flagrante desprestigio a la propaganda revolucionaria que ensalza a Cuba como una potencia médica, sino porque coloca en la mira la actitud expoliatoria del sistema socialista hacia sus profesionales de la salud.

El gobierno cubano percibe ingresos multimillonarios por concepto de exportación de servicios médicos. En retribución a tan considerable aporte, decretó en 2015 un leve aumento salarial para los trabajadores de la Salud Pública; y un año después autorizó la venta de automóviles y laptops a galenos con méritos acumulados.

Pero detrás de estas limitadas concesiones subyace el drama de los profesionales cubanos que permanecen  lejos de sus familiares, habitando en zonas intrincadas y ahorrando hasta el último dólar de un sueldo mutilado para mejorar su vida en Cuba. El Estado socialista se queda con alrededor del 75% de los ingresos. Esa es la “oportunidad” que el sistema ofrece a sus galenos, y que en comparación con el salario misérrimo que devengan en la Isla, parece un tesoro.

Sin embargo, las misiones internacionalistas traen consigo un golpe de realidad que va más allá de la ganancia monetaria. Una vez en contacto con colegas de otras naciones, los médicos cubanos aprecian diferencias relacionadas con la dignidad profesional. Solo ellos deben conformarse con un sueldo diezmado y acceder cual obreros asalariados a la dinámica del mercado laboral, para sostener el espejismo de la salud gratuita y el altruismo sin fronteras.

Cuotas en dólares y la flexibilización de las normas de importación de la Aduana, son métodos feudales implementados por el alto mando de la Isla para asegurar el vasallaje de profesionales que representan la principal fuente de ingresos de la economía cubana.

Los médicos son peones arrendados a gobiernos cómplices. En Brasil se ha procurado empantanar el proceso legal para evitar una crisis política y diplomática. El Ministro de Salud del gigante sudamericano, Ricardo Barros, expresó que no hay injusticia porque “cuando firmaron, aceptaron los términos (…) Ningún médico se quejó”.

Eso es simplificar demasiado la cuestión. En Cuba los salubristas ejercen en condiciones tan paupérrimas y ganan tan poco dinero que trabajar en medio de la selva, a cambio de una remuneración en dólares y la posibilidad de adquirir lo que en la Isla no hay, constituye su mejor opción. Cada contrato firmado no entraña un acuerdo justo; los profesionales cubanos deben escoger entre aceptar migajas o una escudilla vacía. En cuanto a lo de “quejarse”, quien conoce el sistema castrista sabe que el doctor que se atreva a cuestionar los términos del gobierno, se arriesga a podrirse en un consultorio de barrio por el resto de su vida.

Según las autoridades cubanas, los dividendos que la exportación de servicios médicos genera al pais, se invierten en la medicina. Sin embargo, el déficit tecnológico y de personal sigue siendo un problema, mientras crece el número de pacientes que necesitan cuidados especializados.

El incremento de la población anciana representa una carga que el Estado no puede asumir con subsidios. Pero brindar salud gratuita es un recurso que el gobierno utiliza para garantizar la sujeción de la ciudadanía y su prevalencia política; un capricho que pesa sobre el salario del personal médico, la adquisición de infraestructura y la calidad de los servicios.

Es justificada la rebelión de los galenos en Brasil, a quienes el gobierno cubano ha castigado con ocho años de exilio. Una vez que se conoce la vida fuera de la Isla, es imposible aceptar de nuevo la venda en los ojos.

Regresar no es solo al salario que no alcanza, la sobreexplotación física e intelectual, el desabastecimiento de todo lo esencial, el Internet limitado y las interminables colas de pacientes para quienes los profesionales no dan abasto. Significa también reinsertarse en un sistema de salud al borde del colapso.

Publicado originalmente en Cubanet por Ana León

Written by CubaNet

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