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Cuba, peor que EEUU en tiempos de Rosa Parks

“No puedo llevarlo, no quiero buscarme problemas”. Foto: Alberto Méndez Castelló
“No puedo llevarlo, no quiero buscarme problemas”. Foto: Alberto Méndez Castelló

Añorante por los sitios explorados en las lecturas de Hemingway, en mi peregrinar por Estados Unidos visité Michigan; allí me obsequiaron dos objetos que traje a Cuba con amor y siempre están a mi vista: un termómetro suspendido sobre un caribú y un llavero que es un mapa de The Great Lake State.

Pero de Michigan también traje a Cuba recuerdos dolorosos: en el Museo de Henry Ford se encuentra el autobús No. 2857 de la National City Lines, en el que viajaba Rosa Parks el 1ro de diciembre de 1955, y donde fue arrestada por negarse a levantarse de su asiento para que lo ocupara una persona de la raza blanca.

Ahora, aunque no por motivos de raza y sí de conciencia, yo estoy en el caso de Rosa Parks y junto a la fotografía del viejo autobús No. 2857 de la National City Lines (de Montgomery, Alabama), deberé situar la fotografía del flamante autobús No. 10-011 de la Empresa Transportadora de Trabajadores (del hotel Brisas Covarrubias, Las Tunas).

Como en diciembre 1955 Rosa Parks fue segregada del autobús No 2857 por el racismo entonces imperante en Estados Unidos, este viernes 13 de octubre yo fui apartado del ómnibus No. 10-011 por el totalitarismo castro-comunista dominante en Cuba desde 1959, no por ser afrodescendiente como Rosa Parks, sino por ser un escritor opositor al régimen militar de La Habana.

“Una empleada (del hotel Brisas Covarrubias) se quejó, no puedo llevarlo, no quiero buscarme problemas,” dijo el chofer del autobús No 10-011.

“¿De qué problemas habla usted, que empleada se ha quejado y por qué?”, pregunté.

“No me pregunte, yo no puedo decirle nada,” dijo el chofer.

“Ya, usted es otra víctima,” dije, bajando del ómnibus, luego de pagar mi pasaje por el escaso trayecto recorrido. Esto es Cuba, no los Estados Unidos de Rosa Parks, ¿de qué vale ir a la cárcel acusado de desacato por permanecer en un ómnibus propiedad del régimen militar?

En mitad de la carretera me sentí iracundo, y, de pronto, abochornado: el gobierno de Canadá acaba de advertir a los ciudadanos canadienses que insistan en hacer turismo en Cuba los peligros que corren en mi país: turistas asediados, hurto de bolsas de mano, agresiones en las calles, robos en mercados, playas, hoteles, hostales, en automóviles y en los mismísimos aeropuertos; asaltos, estafas, violaciones, carreteras ahuecadas, vehículos decrépitos, vías a oscuras…

Y, con todo, pese a esa ristra de bochornos que cargamos los cubanos ante los ojos del mundo, que parece sonreírnos cuando en realidad tras el telón de la escena nos hace muecas de asco, el gobierno canadiense no advirtió a sus ciudadanos del peligro mayor que corren en Cuba, una amenaza todavía mayor que los riesgos ciertos a manos de ladrones, estafadores, violadores y proxenetas:

La tremenda inseguridad que constituye la hipocresía de la sociedad cubana, donde, en ya demasiadas oportunidades, usted tiene razones para creer que lo que haga o diga se volverá en su contra, haciendo del cubano, de lo cubano, exploradores natos del peligro o seres enfermos de paranoia.

Cuando el pasado viernes, haciéndome bajar del autobús No. 10-011 el chofer dijo: “Una empleada (del hotel Brisas Covarrubias) se quejó, no puedo llevarlo, no quiero buscarme problemas,” quizás el conductor del ómnibus no estuviera mintiendo.

En Cuba la oposición política se ha criminalizado, ser opositor a lo que un ya lejano día se llamó “Revolución cubana”, y hoy no es más que una vulgar dictadura militar de generales septuagenarios y octogenarios, es sinónimo de “delincuente contrarrevolucionario”, y como tal, la prensa oficial, sus propagandistas y los comisarios políticos, introducen la etiqueta de “contrarrevolucionarios” en los que como el chofer del ómnibus No. 10-011 dicen: “No quiero buscarme problemas”, para que repudien a los etiquetados no por sí mismos, sino como perros falderos.

Así, para justificar contenidos de trabajo que en realidad no existen —el Estado cubano no corre el menor peligro— no pocos oficiales de lo que suelo llamar la Inseguridad del Estado, al modo de teatro de  títeres elaboran “operaciones” como esta que bien puede llamarse “Bajar a Méndez Castelló de la Guagua de Covarrubias”.

Parecería risible la actuación de estos oficiales-ofidios si con esa actuación fatua, servidumbre de una casta militar y no de una nación, no involucraran en esos quehaceres innobles a miles de seres humanos.

Así, llegados a Cuba, los turistas extranjeros debían tener muy presentes que quizás quienes le sirven la cena, antes en la mañana sirvieron de represores junto a los integrantes de la policía política.

Hoy en Cuba vivimos tiempos peores que los del racismo que le tocó vivir a Rosa Parks. Hoy en Cuba más que por el color de la piel, se estigmatiza a las personas por sus ideas. Y un país con personas de ideas uniformes es una nación monótona, valga decir como de balidos en un hato de ovejas.

Publicado originalmente en Cubanet por Alberto Méndez Castello

Written by CubaNet

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