Bibi Asiya envenenó a su esposo Muhammed Amjad y a 26 de sus familiares, luego de que sus padres la obligaran a casarse, en la provincia oriental paquistaní de Punyab. Hasta ahora han fallecido 15 de estas víctimas. La última, una niña, falleció este martes.
El pasado 25 de octubre, en la mañana, comenzó la pesadilla para la familia política de la homicida, según Abdul Khaliq, portavoz de la policía, en el pueblo de Lashari de esa provincia, reseñó EFE.
La joven paquistaní tomó el veneno que su amante Muhammed Shahid, le entregó a escondidas y ella lo colocó en la leche con la que acostumbran a preparan el yogurt que consumieron al menos 27 personas.
De los afectados solo 12 sobrevivieron tras ser hospitalizados. Sin embargo siguen delicados de salud.
El vocero policial detalló que las víctimas “primero pensaron que el envenenamiento lo había provocado un lagarto o una serpiente que había caído en la leche, pero luego descubrieron que Asiya lo había hecho”.
Bibi “confesó su crimen” admitiendo que pretendía acabar con la familia política para ser libre y así poder casarse con su verdadero amor, explicó el agente.
Su padre no dejó que se casara con la persona que ella amaba y la obligó a contraer matrimonio con su primo Muhammed Amjad, hijo de un hermano de su progenitor, indicó el oficial.
La pareja y una tía de Bibi que también colaboró en el envenenamiento quedaron arrestadas, y comparecieron hoy ante un tribunal antiterrorista, reveló Khaliq.
En los países del Sur de Asia es normal que los matrimonios sean concertados, y casarse contra de la tradición y sin la aprobación familiar puede llegar a ser un problema fundamentalmente en zonas rurales.
Incluso, en los casos más extremos, desobedecer la decisión de los padres puede desencadenar los conocidos como crímenes de honor, o ajusticiamientos por parte de la familia generalmente contra la mujer que huye con su amante y que busca con el asesinato recuperar el honor perdido.
Redacción Cubanos Por el Mundo
