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La fiesta del kitsch político

La gorra verde olivo que usó el “líder histórico de la revolución cubana”. Fue elaborada en metal, pesa 30 kilogramos y mide 1,5 metros de largo por 50 centímetros de alto. Foto: Cubanet

Cuando Paul McCartney leyó la noticia, le pareció una gran idea: Elvis Presley enviaba de gira su Cadillac bañado en oro, en lugar de ir él mismo. Para The Beatles, cansados del tumulto y la gritería que provocaban sus conciertos y hasta su mera presencia en cualquier sitio, la noticia les sugirió que ellos podían quedarse en casa y enviar de gira su nuevo álbum.

Ahora, 50 años después, uno puede acordarse de aquella sorprendente ocurrencia del Rey del Rock and Roll al leer una de las noticias que informan sobre los homenajes que se le están rindiendo a Fidel Castro cuando se cumple un año de su muerte: la Gorra Gigante.

Parece una demostración para el récord Guinness, una de esas enormes esculturas que imitan un objeto banal o una simple figura de desfile carnavalesco, pero es solo una réplica de la gorra verde olivo que usó el “líder histórico de la revolución cubana”. Fue elaborada en metal, pesa 30 kilogramos y mide 1,5 metros de largo por 50 centímetros de alto.

Este “gorricidio” —como diría el Juez de La tremenda corte— fue perpetrado por la Unión de Residentes Cubanos en Argentina (URCA) y el Movimiento Argentino de Solidaridad con Cuba (MasCuba) con el propósito de “realizar una caravana con ella desde La Habana hasta el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba”.

Ya habían peregrinado tres copias de la boina del Che Guevara por Villa Clara para, según las autoridades, “aumentar la producción”. Estas gorras mágicas fueron recibidas con honores y agasajadas con trabajos voluntarios rituales en escuelas, entidades oficiales y en algunos barrios. Señalemos que ya en la provincia Granma bastó el recuerdo del Comandante en Jefe para sobrecumplir el plan de producción de leche.

No debiéramos asombrarnos. En verdad, no podía ser de otro modo. La falacia, el espectáculo grotesco, el absurdo y la exageración disparatada, toda aquella aberración ridícula que devino su marca personal y lo acompañó en su histriónica tiranía se actualiza hoy al cabo del “primer año sin Fidel”.

No pocos se sintieron consternados por el anuncio gubernamental de que los homenajes al difunto serán del 25 de noviembre al 4 de diciembre. El recuerdo de aquellas honras fúnebres paralizantes de hace un año resulta imborrable. Habrá matutinos especiales, una carrera homenaje, una vigilia patriótica, presentaciones de libros y documentales, funciones del Ballet Nacional. Y, claro está, una peregrinación hasta el Monolito.

En República Dominicana ya se empezó a construir un monumento dedicado al caudillo en la localidad de Laguna Salada: una pirámide de cinco metros de altura rematada por una bandera cubana en su asta, que se erige para que sirva como “lugar de peregrinación para quienes en Dominicana deseen rendirle tributo”.

A Castro se le ha otorgado un inusual doctorado Honoris Causa post mortem en Nicaragua, se le ha dedicado una cátedra universitaria en Santiago de Cuba, un parque en Turquía, un monumento en Crimea, una estatua en Sudáfrica, donde también su nombre fue inscrito en un muro junto a los nombres de los cubanos caídos en la guerra de Angola.

Resulta que hasta un musical británico hay. Fidel es obra de Denise Baden, una profesora universitaria a la que fascina el cuento del Robin Hood latinoamericano, del David caribeño frente al Goliat imperial. Su proyecto de mitomanía se concretó gracias a un crowdfunding y a canciones de estudiantes secundarios. A Baden le asombra que a nadie se le hubiera ocurrido antes realizar un musical con tan dramático personaje.

Es cierto que por falta de imaginación de los admiradores no ha sido. Algo que a ella le sobra, por cierto, cuando, tras una visita a Cuba, se confiesa “impactada por cuánta gente ama a Fidel Castro”, o cuando alucina en sus artículos académicos asegurando que nuestra industria farmacéutica está “superando” a Reino Unido “en términos de tratamientos farmacológicos”.

Intentando hacer creer que el mundo rinde honores al Comandante, sus herederos inventan agasajos por doquier. Si para guardar sus cenizas se escogió el famoso monolito, se debió ante todo a lo difícil de derribar que resultaría tamaña piedra en el futuro. Y ahora han colocado un pedrusco en el llamado Jardín de la Paz de Pekín con una frase suya sobre “la lucha por la paz como el derecho más sagrado de todos los seres humanos”.

Como el difunto, sus herederos tienden a abusar del ridículo y del absurdo, pero aguardemos que no caigan en una manía neolítica de plantar piedras funerarias compulsivamente. Serían tristes caricaturas de los monolitos erigidos por una inteligencia extraterrestre en el filme 2001, una odisea espacial.

¿Qué ocurrirá, además, cuando la Gran Gorra tenga su encuentro cercano con el Gran Monolito? Esperemos que los genios del kitsch político castrista no nos deparen en estos días mayores estridencias.

Publicado originalmente en Cubanet por Ernesto Santana Zaldívar

Written by CubaNet

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