Felicia Pérez, es una cubana que cómo muchas dedicó su vida a trabajar para la mal llamada “revolución”. Hoy a sus ya casi 78 años, vive en condiciones deplorables. Su casa está a punto de caerle encima y las autoridades castrista no atienden su llamado.
En un reportaje de Cubanet, la mujer muestra la precaria situación en la que se encuentra. El techo de la vivienda, edificada en su mayoría de madera que ya está podrida, parece un colador por la cantidad de filtraciones que presenta.
La mujer vive en la calle 234, del reparto San Agustín, La Habana. “Vino el del poder popular, el de vivienda, el de bienestar social, me llenaron la planilla con todas las cosas que hacían falta en la casa, que son todas porque no tengo nada, y no dieron ninguna ayuda”.
La mujer afirma que los funcionarios del régimen le informaron que no podían ayudarla porque ella no había sido afectada, sino que la casa ya estaba vieja.
“Me dijeron que para que la apuntalé. Yo trabajé por esta propiedad, trabajé más de 30 años y me tuve que acoger a Bienestar Social para cuidar a mi hermano. Pedí la baja y sólo me dan 147 pesos mensuales y eso no me alcanza”.
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Víctima de la masacre en Mazorra
Con lágrimas en sus ojos, Pérez recuerda a su hermano, un hombre que también decidió servir a la revolución en el frente de batalla, pero esto con el tiempo comenzó a afectarle el cerebro hasta el punto que sufría de los niervos.
“Se volvió loco y lo tuve que traer para la casa. Como le quitaron la ayuda que le deben tuve que ingresarlo en Mazorra (Hospital Psiquiátrico en La Habana) donde muere cuando murieron todos los que se murieron por hambre”.
La mujer afirma que al conocer la noticia de la muerte de su hermano se trasladó inmediatamente al hospital, pero como no tenía los recursos para mover el cadáver no logró sacarlo.
Más pobreza
La mujer, quien nació y se crió en el campo cubano, asegura que en pleno siglo XXI se siente más pobre que cuando vivía en los asentamientos campesinos con su familia.
“Yo me siento más pobre aquí en La Habana que es la capital, que cuando vivía en un casita en el campo. Vine a La Habana a los 17 años y trabajé con Alejo Carpentier”.
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Carpentier es un reconocido escritor cubano que le tendió la mano a Pérez para iniciarse en su vida laboral.
La anciana se lamenta las condiciones que vive, aun cuando sus antepasados lucharon por la revolución.
“Yo me acuesto hasta sin comer, porque no tengo ni una comida al día, ni leche consigo. Tomé hasta una pastilla para matarme porque no veo solución”.
Redacción Cubanos por el Mundo