Y ¿quién no soñó de niño con una bicicleta?, pues cumplir ese sueño en Cuba equivale a un año de salario. Así lo confesó Ernesto, un humilde cubano, padre de tres hijos, que pese a trabajar duro junto a su esposa para poder costear las necesidades más importantes de los niños, está consciente de que la bicicleta que le pidió su hijo de regalo de cumpleaños le resulta inalcanzable.
“Yo trabajo en un Instituto de Investigaciones del Mar y mi esposa es maestra primaria. Lo que ganamos no nos alcanza para vivir. En abril, le propusimos a Luisito cambiarle el cumpleaños por un regalo y pidió una bicicleta. La más barata costaba 120.00 CUC, que equivale a 2.800 pesos, mi salario del año. ¡Imposible!”, relató a Diario De Cuba,
De allí que las celebraciones de cumpleaños o navidad signifiquen para la mayoría de los cubanos, tristeza y un penoso recordatorio de la austeridad que padecen. En meses pasados, en los cumpleaños de sus otros hijos, los sueños truncados eran otros, aún más utópicos, una tablet y una laptop. Nuevamente les tocó decirles “no hay para eso”.
“En agosto le tocó a Carlitos, que se antojó de un tablet, 60.00 CUC. En noviembre fue Ana Carla, que exigió… ¡una laptop! Al final pudimos entendernos con ellos, les compramos ropa y los llevamos a pasear. Cuando sacamos la cuenta, descubrimos que nos resultó mucho más costoso que hacerles una fiestecita”.
Fiestas a medias
La tenacidad de las madres cubanas para ingeniárselas a la hora de realizar un cumpleaños sale al frente a sus escasos recursos, buscando recrear la ilusión de sus hijos, aunque sea en parte. Algunas tardan meses reuniendo unos pocos pesos para celebrar una modesta fiesta, aunque los necesiten para comer, para reparar la casa o para comprar zapatos.
Tal es el caso de Selena Arias, vecina del reparto El Roble, Santa Fe, es madre soltera de un pequeño que acaba de cumplir tres años.
“Adrián cumplió el día 29 de noviembre. Yo le había prometido una fiesta y regalarle un carrito, que costaba 7.00 CUC. Ahorré durante meses para comprar las cositas de la piñata y el regalo, pero cuando fui a la tienda con el dinero me encontré que el precio del carrito lo habían subido a 12.00 CUC. Le expliqué al niño que no me alcanzaba el dinero, pero no lo entendía y se puso a llorar. Lloré con él. Finalmente, le compré otra cosa que no le gusta. Fue un dinero perdido”
Muchas familias recurren al cake de la dulcería estatal, de bajo costo, y lo acompañan con refresco y caramelos para remediar. La mayoría de los niños desean algo más que eso, contagiados por la emoción de ver grandes fiestas en la Isla con payasos, globos, música, que son disfrutadas por familias adineradas.
Las brechas o clases sociales en Cuba sí existen, diga lo que diga la propaganda castrista. Por ahora, festejar la vida sigue siendo cuesta arriba. Los padres deben lidiar con la impotencia y los niños con sus frustradas ambiciones. Soñar sí cuesta, al menos en Cuba.
Redacción Cubanos Por El Mundo
