Ocho meses en prisión cumplió el opositor Daniel Llorente, luego de haber sido arrestado por levantar la bandera de Estados Unidos durante el desfile del pasado primero de mayo, en la Plaza de la Revolución.
Corriendo con el símbolo estadounidense, terminó siendo capturado por agentes de la Seguridad del Estado, quienes vestidos de civil, lo capturaron y trasladaron a la estación policial de Zapata y C, donde recibió una segunda paliza, pues la primera se la propinaron en la Plaza. Llorente describió aquel día en entrevista con Cubanet.
“Recuerdo que cuando me arrestaron en la Plaza me metieron detrás de una ambulancia que había allí, y con mi mismo cinto me amarraron las manos en la espalda, entonces uno de ellos me pisó la cabeza y otro me intentaba asfixiar. Cuando le dije que me estaban asfixiando, me dijeron que eso era lo que querían precisamente, matarme. Después me montaron en un carro y me siguieron dando golpes hasta que llegué a la estación de la policía, que gracias a un policía que intervino, dejaron de golpearme, incluso hasta me robaron dinero que traía en la billetera”, apuntó Llorente.
Su “osadía” le valió permanecer un mes encerrado en 100 y Aldabó, hasta su traslado el 29 de mayo al Hospital Psiquiátrico de la Habana, donde permanece en la sala Adolfo J. Giral junto a convictos recluidos allí por crímenes mayores como asesinato.
En principio se le acusó de resistencia y desorden público pero luego, el día 30 de recibió la visita en el hospital del instructor a cargo de su caso, quién le dio a firmar un documento donde quedaba claro que lo habían exonerado de estos cargos.
“El instructor se apareció aquí con un papel que decía libertad inmediata por los delitos de resistencia y desorden público, y yo se lo firmé, pero automáticamente me dijo que debía quedarme allí encerrado por una medida ‘predelictiva’ que me había impuesto el tribunal, por eso es que digo que yo soy un secuestrado de Raúl Castro, porque yo no tengo que estar aquí”, afirmó.
La propuesta fue ratificada posteriormente por cuatro especialistas que lo visitaron designados, según Llorente, por el propio Ministro de Salud Pública para estudiar su caso.
“Les dije: Ustedes no van a decir la verdad porque ustedes trabajan para la Seguridad del Estado, y sin embargo, ellos me contestaron que no tenían ninguna razón para mentir con respecto a mi caso, ya que solamente eran médicos, incluso plasmaron en su informe que no había razón ninguna para que yo estuviera en este hospital”, aseguró.
Ensañamiento
La doctora Marien Guerra Guerra, quien lo ha atendido durante su encierro en el Psiquiátrico, también se lo ha explicado así. Incluso solicitado al tribunal para que lo saquen de allí, pero la institución se lo ha negado en dos ocasiones.
“Ella me ha asegurado que si dependiera de ella me hubiera dado de alta el mismo día en que yo llegué a este lugar, porque yo no tengo ningún problema psiquiátrico, lo que como evidentemente no tienen ningún argumento para mantenerme encerrado, entonces quieren hacer creer que yo estoy loco, pero no lo han logrado”, dijo.
El citado portal, conversó con la subdirectora del Hospital Psiquiátrico donde está recluido Llorente, en busca de una explicación.
“Nosotros prestamos asistencia médica a los pacientes que están en esa sala, pero no tenemos jurisdicción sobre ellos, incluso nosotros no somos ni los que ingresamos a los pacientes en esa sala, que está dentro del hospital, pero es un servicio regional; en esa sala manda medicina legal y el tribunal, lo único que nosotros hacemos es sugerir cuando el paciente está en condiciones de irse, pero si se va o no, lo decide el tribunal, porque no están en la cárcel pero son condiciones similares”, confirmó la subdirectora.
Para visitar a Llorente se necesita estar en una lista, que debe ser aprobada por los controles del Ministerio del Interior. El reportaje comprobó que dichas normas de seguridad sólo son impuestas contra Daniel Llorente, a quien sólo le permiten la visita de su hijo, Eliécer Llorente, según confesó un custodio de sala bajo condición de anonimato por miedo a represalias.
“La persona que quiera venir a visitarlo tiene que entregar su nombre a la doctora de esa sala, ella lo entrega a las autoridades para que verifiquen, y ellos son los que deciden, aunque solo pueden ser familiares de primer grado de consanguinidad”.
Redacción Cubanos por el Mundo
