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Autocensura en Cuba, la hija del miedo y la apatía

Ciudadanos se autocensuran en Cuba/Captura de pantalla
Ciudadanos se autocensuran en Cuba/Captura de pantalla

Lo más triste de la represión no es su injusta naturaleza, sino la sumisión y rendición del oprimido. Los “yo no sé nada de eso”, “estoy apurado”, “no me interesa la política”, “no me meto en eso”, son como dagas que hieren en lo más profundo al sueño de una Cuba libre y democrática. Pese a la crisis nacional, la autocensura en la Isla hace alarde en sus calles, justificándose en el miedo y la apatía, sirviendo al régimen.

En una entrega a CubaNet, los escritores Ana León y Augusto César San Martín, comparten su análisis sobre esta realidad. Resaltan que uno de los principales tropiezos que encontró su trabajo periodístico durante el año pasado fue la poca colaboración de los ciudadanos para emitir sus impresiones ante cualquier tema, político o no, habiendo cámaras o no.

“Varias veces, durante el año 2017, el equipo periodístico soportó inconvenientes para realizar su trabajo, y no necesariamente por culpa de la Seguridad del Estado. En proporción al agravamiento de la crisis social y económica en Cuba, ha aumentado la cantidad de personas que se niegan a opinar ante las cámaras, aun tratándose de temas poco o en absoluto relacionados con la política”.

Y ¿las protestas tras Irma?

Esas afirmaciones hacen aparecer algunas preguntas como, ¿y qué fue lo que pasó entonces en octubre pasado, cuando tras el paso del huracán Irma, algunas barriadas salieron a protestar por comida, agua y electricidad? ¿Qué pasó con el miedo y con el desinterés por la política?

Una respuesta, tan dura como válida, sería: tenían hambre, piquiña y sed. Otra hipótesis podría formularse sobre la idea de que bajo una euforia colectiva generada por los daños del ciclón, las necesidades se hicieron más evidentes y sentidas, como también se hizo más evidente el poder que tiene la gente cuando se relaciona, se comunica y se une. Un poder popular que bien manejado, podría trascender a cambios positivos. Eso último fue lo que no se entendió o no se quiso entender.

“Además de la timidez, existen otros factores que impiden a los cubanos expresarse con coherencia y claridad. El miedo patológico a “comprometerse” o “complicarse” por el mero hecho de emitir un criterio, demuestra que las secuelas dejadas por décadas de represión y espionaje popular han paralizado a varias generaciones de criollos”, señalan Ana y Augusto.

Refieren además que algunas personas se niegan a responder porque asumen que “aquí todo se sabe” y las situaciones no se resuelven. Otros optan por responder preguntando: “¿algo va a cambiar si hablo?”, como si el remedio estuviera a cargo de los periodistas que le consultan.

Mucho por hacer

Se entiende el miedo y se entiende el desanimo luego de haber vivido seis décadas de empobrecimiento y represión. Sin embargo, no es plausible el silencio. Esperar que todo el esfuerzo para mejorar o para cambiar al país venga de otros, del sacrificio de los demás, de quienes sí se atreven, es el yunque que guinda de la cabeza de muchos cubanos, que ni los deja caminar.

Hoy en la Isla, también hay hambre como tras el azote de Irma, las casas se están cayendo como en octubre, quizá más. Las necesidades son las mismas, lo único diferente en aquel momento fue la rabia y el coraje, que por fugaz, no generó cambios verdaderos y permanentes.

“Negarse a hablar por no buscarse problemas puede ser tan nocivo como las interminables apologías del oficialismo. Bajo esta premisa, no solo resulta difícil entender cuáles son los problemas de Cuba si sus habitantes no tienen nada que decir; también parece insensato esperar que la comunidad internacional demuestre la clase de interés que no se aprecia en los principales perjudicados”, concluyen los periodistas.

Redacción Cubanos Por El Mundo

Written by Karelis García

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