Una iniciativa que nació libre y para la libertad. Todo comenzó como una simple reunión de amigos bohemios e intelectuales en la sede del Teatro Guiñol de Santa Clara, que mas tarde se convirtió en un centro cultural multifacético y antidogmático en pleno corazón de la ciudad, donde todos los estratos sociales tienen cabida y debido hospedaje cultural.
El Mejunje, creada en 1984 por el actor y director teatral Ramón Silverio, en Villa Clara, es un espacio de gran valor simbólico para los cubanos, puesto que ha servido de refugio para la expresión, una necesidad intrínseca del ser humano vilipendiada desde hace décadas en la Isla. Sea amor, o sea arte, sin miramientos de preferencias sexuales o tabúes sociales, El Mejunje abre sus puertas a quien lo desee para ofrecerle aceptación y libertad.
“Desde su fundación han sido varias las parejas decididas a “oficiar” su casamiento ante la bendición de Silverio, incluso integrantes la comunidad LGBTI. Ante la prohibición del matrimonio homosexual en Cuba, resulta una alternativa simbólica para quienes aún no pueden consolidar su relación ante un notario”, dice la periodista Laura Rodríguez Fuentes, en Cubanet.
Sin cánones ni moldes
Durante las ceremonias celebradas en el lugar, no hay cánones ni moldes a seguir. Silverio declara unida a una pareja “hasta que les dé la gana”, resaltando la superficialidad que representa en muchos casos las liturgias matrimoniales, donde la norma apabulla al amor y a la libertad.
“Esto es puro teatro. Las bodas son un poco eso. Si van a ser infieles, compartan la infidelidad, que la gente lo sepa. Eso les dará una vida duradera”, exhorta Silverio.
Esta apertura ha hecho de El Mejunje, la meca del orgullo gay en Santa Clara, el sitio donde la gente declara su unión en base al precepto de la aceptación y la libertad, desde el amor.
“Los caso por la ley del El Mejunje, que prácticamente no es ley. Se trata del precepto en el que no se prohíbe nada excepto no amarse, ni cortarse las venas. Puedo casar lo mismo a gays, lesbianas, transexuales… que a tríos, cuartetos o quintetos. No importa el concepto de la sexualidad que tenga cada cual. El matrimonio, en definitiva, es una cuestión muy formal que no garantiza más que detalles legales”, confiesa el actor.
Sin costo
Rodríguez explica que ante la imposibilidad de la mayoría de las parejas que frecuentan El Mejunje de alquilar un cabaré o salas de fiestas particulares para casarse, Silverio les ofrece su patio de forma gratuita. Generalmente se trata de estudiantes universitarios o personas de medios o muy bajos ingresos.
Mientras que, el Palacio de los matrimonios de la ciudad, más accesible que los centros recreativos privados, permanece cerrado tras una demorada reparación. “Dicen que abre en estos días”, refirió uno de los vecinos. Sin embargo, el edificio que fuera otrora el preferido por las parejas en los noventa, se muestra con las puertas y ventanas cerradas.
“Creo que la gente viene aquí porque saben que será una boda diferente, lejos de la solemnidad. También por un sentido de pertenencia y credibilidad. Hasta ahora, pocas de las parejas que he unido aquí se han separado. Así que, parece que El Mejunje trae buena suerte”, sentenció Silverio.
Redacción Cubanos Por El Mundo