La desgracia y la revolución son lo mismo para Zoe María López García, una anciana que relata cómo el régimen castrista le arruinó la vida a su familia cuando ella sólo era una niña. La mujer mal vive en la casa de huéspedes que sus padres soñaron dejarles a sus hijos, luego de comprarla con mucho sacrificio. Una ilusión truncada por la dictadura, que declaró el lugar como propiedad social y ordenó su ocupación. López García fue obligada a vivir con extraños desde 1962.
“Llegaron, la intervinieron y nos quedamos sin nada. Era una casa de huéspedes donde se alquilaban las habitaciones a personas mayores, matrimonios o estudiantes. De 14 cuartos, me dejaron un sólo cuarto y a mi familia no le pagaron nada. Algunos de los que viven aquí ya estaban cuando la intervención y otros llegaron después a ocupar los cuartos vacíos” cuenta la anciana a Cubanet.
El título de propiedad registra la residencia como La Casa Conchita, la gran estructura que sus padres Tomás rodríguez Pérez y Ester García Infante compraron para asegurarle un techo y bienestar a su familia, y que les fue arrebatada en un soplo. Pero la lista de males que les ocasionó el régimen no termina allí.
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Arremetida feroz
La mujer cuenta que su padre tenía un negocio de carga por carretera, que también fue intervenido y aniquilado por el régimen. Sólo se quedo con un carro, en el que pudo ganar un dinero para mantener a su familia durante aquellos duros momentos.
“Mi papa tenía un negocio de carga por carretera, y también lo intervinieron, entonces se quedó con una máquina (un carro) que era de nosotros, y hacía viajes a sus amigos y así se ganaba un dinerito porque nos quedamos sin nada. En una ocasión llevó a una gente a Guanabo, sin saber que intentaban salir ilegal de la Isla y lo metieron preso. Tenía 65 años y estaba muy enfermo. Lo encerraron en un cuarto frío y salió ronco”.
La anciana agrega que aunque lo liberaron en poco tiempo, las autoridades se quedaron con los papeles y el carro, o sea, se lo robaron.
Un barrio “contrarevolucionario”
Y por si fuera poco, a más de medio siglo después de tan sentidos agravios familiares, siguen castigando a la mujer por ser “contrarevolucionaria”.
“El barrio y la Casa Conchita son conocidos como “contrarevolucionarios” y por eso me tienen hecha la vida un yogurt. Hace poco traté de arreglar como pude la barbacoa porque estaba llena de comején y me chivatearon, me pusieron una multa de 1.500 pesos” explica la anciana y rompe a llorar de repente, como quien se desmorona ante un sufrimiento acumulado por años.
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El dolor sigue vivo
Cada vez que López recuerda a sus padres, sufre. Sentir que lucharon en vano y que la injusticia de un régimen macabro les arrebató todo lo que alcanzaron sin ninguna contemplación, la hace llorar a cada rato, mucho más en su soledad.
“Yo me acuerdo de mis padres, que con tanto sacrificio pensaron “buenos compramos una casa y nos quedamos ahí cualquier cosa que pase, nos queda la casa para los muchachos. Y pienso mucho en mi papá, porque mi mamá era más fuerte, pero papá era más apocadito y al ver cómo han desbaratado esto, yo cuando pienso en él me da mucha tristeza” lamenta López.
Y a sus muchos días de dolor, se suman las quejas diarias de quienes viviendo en un lugar que nada les costó, cobijados y arrimados por las políticas mediocres e improvisadas de la dictadura, reclaman a la anciana creerse la dueña del lugar.
“Me molestan porque antes de dormir cierro las puertas, y entonces dicen “es que se cree que es la dueña” y es que eso es verdad, “yo soy la dueña””, sostiene la señora López con toda la propiedad que le concede la moral y el honor de quien hereda un bien familiar.
Redacción Cubanos Por El Mundo