Por allá en los años 1920, el béisbol cubano tenía la dicha de contar con jugadores de gran talla. Uno de ellos era Cristobal Torriente, un zurdo que hacía arder la pelota con sus batazos y es uno de los pocos cubanos que ha logrado entrar en el salón de la fama tanto de Cuba como de Estados Unidos.
Pero en su existencia se asentó un misterio que fue resuelto hasta hace poco. Y es que tras su retirada del deporte en 1930, Torriente se mudó a Nueva York donde le fue diagnosticado tuberculosis.
Su enfermedad lo llevó al alcoholismo por lo que perdió todo el dinero que tenía. En total soledad, no le quedó de otra que pasar sus últimos días en un hospital conocido como River Side, que hoy está abandonado.
Un 11 de abril de 1938, Torriente muere con sólo 43 años. Al no tener familiares que lo reclamaran, su cadáver fue colocado en una fosa común junto a otros 16 cuerpos en un cementerio de Nueva York. Desde entonces los restos del famoso pelotero se perdieron en el tiempo.
Algunos decían que los restos fueron trasladados a Cuba, específicamente a la necrópolis de Colón, pero no existen documentos ni en Nueva York ni en la Isla que notifiquen el entierro del cienfueguero.
Pero el 25 de enero de 2018 que el doctor Oscar Fernández, descubrió dentro del panteón de peloteros cubanos en el cementerio de Colón, en una pequeña caja de cemento, huesos que llevaban el nombre de Cristobal Torriente, con su fecha de muerte debajo,.
De ser confirmado que son los restos del famoso bateador a través de pruebas de ADN, se revelaría un misterio que perduró en los conocedores y fanáticos del béisbol por más de 70 años.
Torriente era el único miembro del Salón de la Fama de Cooperstown que estaba en esa situación.
Redacción Cubanos por el Mundo
