Un sueño sin cumplir terminó sentenciado en los labios de su propio padre, al llamarlo “incompetente” y destituirlo de sus cargos frente al ambicioso proyecto de la Ciudad Nuclear de Juraguá, que inició en el año 1980 en Cuba. Es parte de la historia del desaparecido Fidel Castro Díaz-Balart, formado como físico en el Instituto de Energía Atómica I. V. Kurchatov de Moscú, pero marcado por su desacierto en una obra que fue emblema de la revolución.
Al momento de su cierre el régimen había gastado 1.100 millones de dólares en la estructura. Fue en septiembre del año 1992, cuando frente a los trabajadores de la planta, Fidel Castro Ruz anunció finalmente: “No tenemos otra alternativa que detener la construcción”, una decisión devenida pese a los esfuerzos que durante algún tiempo hizo para encontrar socios que ayudaran a patrocinar la obra. Según reseña la BBC.
El emprendimiento desarrollado en la provincia cubana de Cienfuegos, buscaba cambiar el modelo de producción de energía de la Isla y girar hacia otras fuentes alternativas, incluyendo la eólica y la solar.
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Jonathan Benjamin Alvarado, autor del libro “Power to the people. Energy and the Cuban nuclear programme” (El poder para la gente. La energía y el programa nuclear cubano) aseguró que:
“Con la planta y una ciudad junto a ella, se trataba de imitar un modelo como el de la central de Chernóbil (de la antigua Unión Soviética)” dice el escritor.
En 1982, con apoyo técnico y económico soviético, se inició la construcción del primero, y único, de los cuatro reactores de 440 megavatios de potencia previstos en el mega proyecto.
No había condiciones
Alvarado recuerda que “era la primera vez que los soviéticos intentaban levantar una central nuclear fuera de la URSS y no comprendieron que las circunstancias de Cuba lo hacían imposible”.
El experto cree que la isla no contaba con la capacidad financiera para sostener un proyecto como ese. Entonces, ante la caída de la URSS en 1989, terminó la imprescindible ayuda soviética, y Cuba en los años posteriores se vio sumida en la época de escasez conocida como el Periodo Especial.
Después de todo, no toda la responsabilidad era de “Fidelito”, que más que político era científico. De cualquier manera, las razones para dejar a medio andar un proyecto de tal magnitud suelen ir acompañadas de incompetencia, si, como dijo el padre de la revolución, pero no la de un solo hombre sino la de todo un equipo, mal dirigido y sin previsión de recursos, muy natural en los régimenes dictatoriales como el cubano.
El fracaso de Juraguá fue también el de Fidel Castro Díaz-Balart, destituido de sus cargos, según informó la prensa entonces en medio de las acusaciones de su padre por “incompetente”.
Pero, aunque la central nunca llegó a entrar en servicio, la Ciudad Nuclear que trajo consigo la sobrevivió. Alrededor de 4.000 de las personas que se instalaron allí decidieron quedarse pese al abandono del proyecto. Las ruinas de la planta de Juraguá perviven hoy como vestigio de aquel desarrollo imposible.
Alarmó a EEUU
El desastre nuclear de Chernóbil ocurrido en 1986 encendió las alertas en los Estados Unidos ante la inminente amenaza de la Ciudad Nuclear cubana, situada a apenas 3.000 millas de Washington.
La construcción de la planta de Juraguá y su Ciudad Nuclear incomodó notablemente al gobierno estadounidense sin ninguna capacidad de control sobre una infraestructura crítica a tan poco distancia de su territorio.
Hoy, la Ciudad Nuclear permanece como “una pequeña bolsa de vida en mitad de todo ese cemento vacío”, cuenta Damon Richter, quien la recorrió en 2014.
En 2015 las autoridades cubanas anunciaron un plan para convertir Juraguá en un almacén nacional de residuos peligrosos.
Redacción Cubanos Por El Mundo