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Los apolíticos, la tribu que evade con rumba la realidad cubana

Millones de cubanos a pesar de la miseria y de la falta de futuro se declaran apolíticos

Bar cubano El Floridita
Bar cubano El Floridita, uno de los lugares donde los apolíticos pasan sus dìas evadiendo realidades.

Como no lo pueden solucionar, no se esfuerzan por entender el problema.  El “por favor, aquí no hable de política”, está de más en los bares habaneros donde los ‘apolíticos’ cubanos evaden el tema diciendo: ‘esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe’ y dan por hecho que la revolución de Fidel Castro va a durar, cuando menos, cien años.

Una cerveza dispensada de quinta categoría, el sucio ruido de un radio y la compañía, en el mejor de los casos, de una mujer que baile un reguetón tras otro como si fuese muñeca de cuerda; es la forma perfecta de evadir la realidad, aún durante los días laborables en Cuba, según reseña Martí Noticias.

Escapar

“Lo mío es escapar, men”, dice Eduardo, Plomero A de una brigada de la Empresa Aguas de La Habana.

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Eduardo roba llaves de paso y otras piezas para venderlas al por mayor a “un cuentapropista que tiene licencia pa’ vender artículos de plomería”.

“La mitad del dinero, 200 o 300 pesos, lo gasto en jama pa’ la casa. El resto me lo bebo o le pago a una matadora de jugada (prostituta barata). No hay más na’, asere. Si no te ‘desestresas,’ el sistema te vuelve loco”, apunta Eduardo mientras pide una ronda de cerveza.

La tribu

Carlos Manuel Álvarez, escritor cubano, califica a estos cubanos como La Tribu. El término encierra a quienes huyen de todo, de la miseria, de la falta de futuro y hasta de las consignas revolucionarias aunque dicen ser apolíticos.

La tribu sobrevive viendo culebrones, bailando reguetón o bebiendo alcohol. En confianza se quejan. Pero delante de una cámara de un corresponsal extranjero fingen otro discurso. Y cómo no, van a votar para no ‘señalarse’ y a los desfiles del Primero de Mayo porque ‘son un vacilón’.

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Son ‘buzos’, vagabundos sin techo, masturbadores, prostitutos; que a diario hurgan en la oscuridad de la basura y de la noche. Los dementes callejeros o dementes por la indiferencia que los hace siempre estar pendiente de qué llegó a la bodega o la carnicería,  pero ponen los ojos en blanco cuando se les pregunta sobre un tema político.

Nivel de vida

Jóvenes jugando al billar en Cuba
Jóvenes jugando al billar en Cuba / Foto: CubaNet

La tribu con nivel de vida y un poco más de cultura que los pobres, beben cerveza de pipas municipales o ron barato en bares estatales. Se visten con camisas entalladas, pantalones ajustados y entablan conversaciones sobre deporte y otros temas, menos el político.

Son comodines perfectos. Personajes que están a la caza de quien le brinde cerveza para presentarles ‘muchachitas’ o conseguirles drogas.

“A esto hay que cogerle la vuelta, socio. Es nadar y guardar la ropa. Buscar la forma de hacer dinero y no embarrarte. Yo paso de la política. Lo mío es fiesta y pachanga”, comenta Adonis, joven conocedor de la vida nocturna habanera.

Cuando emigran no cambian de piel. Siguen tan indiferentes, apolíticos y frívolos como en la Isla. Lo suyo es el carro del año, comprar el último modelo de iPhone, ver si pueden darle la patada a la lata en la lotería miamense o ganar dinero en un casino de los Everglades.

Disidentes

Esta tribu, no importa si come de un pipote de basura o de las migajas de régimen, no entienden a los disidentes.

Los que más hacen, se desmarcan de la oposición anticastrista, se declaran socialistas, neocomunistas, socialdemócratas, liberales, evangelistas, masones o seguidores de la santería; pero nunca disidente.

Total, para la dictadura todos son ‘contrarrevolucionarios’ porque dejaron de acatar las orientaciones de la dirección máxima del país.

Lo peor es que son de los que voltean la mirada cuando reprimen a los activistas, periodistas o Damas de Blanco.

Sin importar el peldaño ni las razones, esta indiferencia y evasión de la realidad sólo se justifica con una palabra: miedo.

Redacción Cubanos por el Mundo

Written by Dayana Fernández

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