El amor por la lucha llevó a un maquinista de tren residente del barrio Chicharrones en Santiago de Cuba, a organizar un torneo amateur con el respaldo de los vecino pero sin la venia del régimen cubano.
Leandro Heredia Marrero, de 55 años, insiste en apoyar a los jóvenes para que puedan seguir desarrollar sus habilidades como luchadores y algún día poder representar a Cuba.
Este torneo data ya de dos años. Marrero lleva niños a su barrio par entrenarlos y luego ponerlos a competir.
Los jóvenes se alojan con familias locales, que a menudo suelen depender de pequeñas donaciones para alimentar las bocas extra y entretenerlos durante los siete días que dura el torneo.
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Médicos y enfermeras locales trabajan como voluntarios para controlar la salud de los deportistas y tratar sus lesiones.
“Lo hicimos sin pensarlo demasiado, de una manera bastante improvisada”, dijo Heredia. “No teníamos árbitros ni todo el equipo que necesitábamos, pero finalmente todos se pusieron detrás”.
Heredia nunca se ha dedicado a la lucha, pero desarrolló un ferviente interés por el deporte cuando sus hijos participaron en programas estatales. Se formó como árbitro en una escuela deportiva local, como los otros jueces en los eventos de Chicharrones.
El segundo torneo comenzó a finales de enero con las actuaciones de bandas locales y artistas de circo, y los jóvenes participantes bailando en un desfile por las calles que rodean la sede de la competición.
Pese a que no está autorizado oficialmente, la represantación del régimen en la localidad dio su aprobación implícita, por ejemplo, cediendo algunos equipos.
Los más de 150 jóvenes luchadores que participaron se dividieron en equipos procedentes de diversas regiones del país y del propio Chicharrones. Los representantes de la provincia de Santiago se proclamaron vencedores.
Redacción Cubanos por el Mundo