Un venezolano afecto al chavismo, de paso por la Isla, compara la crisis que atraviesan Cuba y Venezuela, ambos bajo el yugo del régimen castrista. Cada visita a la Isla es aprovechada por los venezolanos, ya sea por viaje de trabajo o de negocio, para comprar dólares, comida y medicinas. Muchos empleados públicos residentes en el país sobreviven vendiendo baratijas porque les pagan poco y con retrasos.
“Hay una bola de sinvergüenzas y corruptos en Miraflores. Aquello está infestado. Los cubanos dicen que Cuba está malísima, pero yo quisiera que fueran a Venezuela. La Habana es Miami al lado de Caracas”, dice Regino, un venezolano en La Habana que busca aprovechar cada hora de su estancia para comprar medicinas, latas en conserva y dólares. Según reseña del Diario Las Américas.
Al igual que Regino, muchos de los que visitan Cuba son afectos al chavismo, aunque detractores cada vez más firmes de Nicolás Maduro, atribuyéndole al dictador actual la hecatombe social y económica que inició, y se aseguró de perpetuar en su relevo, el desaparecido Hugo Chávez. La corrupción desmedida y sin disimulo, y el hambre galopante de los últimos años, han hecho mella en las filas rojas del chavismo, quienes estando en La Habana, al parecer, se expresan con mayor libertad.
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El hambre les preocupa
A pesar del desabastecimiento y las bajas productivas que vienen empeorando la situación alimentaria en Cuba desde hace años, a juicio de los venezolanos, todo es peor en su país pese a su riqueza petrolera y mineral, donde el último año el hambre y la pobreza alcanzaron niveles grotescos e insospechados.
Así lo asegura Diego, un militar de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, quien llegó por unos días a la Isla para trabajar en una obra de infraestructura en Guantánamo, en misión asignada desde Venezuela.
“Yo formo parte de un grupo de militares que estamos construyendo un puente en Baracoa, en la provincia de Guantánamo. Pronto viajaré a Venezuela a ver a mi familia, estaré una semana. De verdad que la situación es penosa. Lo nunca visto. No hay harina ni para las arepas y mucha gente registra los depósitos de basura buscando comida. Maduro, por principio, debiera renunciar”, asegura el venezolano mientras recorre tiendas a ver qué puede comprar.
Mientras que Regino explica que en Cuba los dólares se compran baratos, una ventaja que les permite aumentar ganancias al llegar a su país, hundido hace meses en una hiperinflación.
“Allá para sobrevivir lo que hay que tener son ‘fulas’, como dicen ustedes. Los precios en la carnicería suben todos los días. Tenemos una inflación que no hay Dios que la pare” lamentó.
Residentes en Cuba
Los empleados públicos venezolanos que residen en Cuba no todos pertenecen a la élite, lo que los hace vulnerables a bajos salarios y a los retrasos en los pagos de sus remesas. La situación obliga a Eddy, junto a su esposa Lianet, a rebuscarse vendiendo baratijas en las calles de la Isla.
“Soy miembro del partido de gobierno (PSUV) y trabajo en una oficina de PDVSA. Conocí a Lianet en el cuerpo de guardia de un hospital habanero y al año nos casamos. Mi salario es en pesos convertibles y para estar juntos, conseguí un alquiler por 60 cuc mensuales. En la etapa de Chávez ganaba más, pero ahora Maduro ha hecho recortes o se pasa meses sin pagarles a los que trabajamos fuera. Entonces, como dicen los cubanos, uno tiene que inventar, hacer mil maromas” confesó.
Tal y como si fuera un maratón, la pareja recorre kilómetros ofreciendo la ropa de baja calidad adquirida en el canal de Panamá con los pocos dólares que le son asignados por el régimen venezolano para su estancia en Cuba.
Raspan para ganar
Ante la necesidad, Eddy va por las tiendas de la capital a “raspar”, es decir, a comprarles electrodomésticos u otras mercancías a un cubano con su tarjeta crédito, haciéndole un descuento de un 15 o 20 por ciento y el comprador les daba el dinero en efectivo.
“Con esa plata compramos dólares en el mercado negro, a 94 o 95 centavos de cuc por cada dólar gringo. Con esos dólares compro ropa en Panamá o República Dominicana, países a los cuales por razones de trabajo suelo viajar” explicó.
Su esposa Lianet no quiere regresar a Venezuela y busca convencerlo de lo contrario.
“Estoy convenciendo a mi esposo para no regresar a Venezuela. Aquello está feo. Hay hambre y mucha violencia”.
Resulta muy paradójico, e irónico, que las magnitudes de la desgracia venezolana haya tomado tales dimensiones, inclusive mayores a la pobreza que hoy arropa a Cuba, con todas sus falencias profundizadas cada día y luego de casi 60 años de mentiras revolucionarias.
Redacción Cubanos Por El Mundo