Cada vez más ancianos mueren en las calles de la Isla, ya sea en una acera o en un lugar de trabajo de esos que el estado asigna a los viejos que necesitan un “trabajito” que les permita comer, porque la pensión no les alcanza para casi nada. Hasta la muerte trabajan muchos en Cuba, que pese a su cansancio y sus muchos años de servicio estatal, deben continuar su faena para poder saciar el hambre.
Según análisis del escritor Jorge Ángel Pérez para Cubanet, son muchos los ancianos jubilados que arman “su pequeño jolongo” en la tarde para dormir fuera y lejos de la familia, para trabajar cuando todos descansan.
“Habrá que investigar alguna vez cuántos son los ancianos que emplea el gobierno en esos servicios de vigilancia en lugar de protegerlos, de ofrecerles un retiro decoroso. Es muy triste “llegar a viejo” en esas condiciones, sabiendo que en lugar de descansar, llegada la vejez, tendrán que buscar un nuevo empleo, que será tan mal remunerado como el anterior, pero no hay remedio, tendrán que hacerlo, aunque mueran en el empeño” lamenta.
Ultimas dos muertes
Un mendigo y un sobreviviente. Pérez escribió en días pasados sobre la muerte de un anciano que pasaba cada una de sus noches a la deriva en los jardines del Hospital Clínico Quirúrgico de la avenida 26. Nuevamente, se conoció la noticia de la muerte de otro anciano en su barrio, en esta ocasión no era un total desamparado como el anterior.
Este murió a dos cuadras de su casa, donde era vigilante nocturno en un pequeño kiosco levantado sobre un solar yermo en la calle San Cristóbal, esquina Pizarro, en el Cerro.
“Encerrado en un breve espacio, levantado con planchas de hierro y metal ligero, cuidaba eso que podría ser la comida de los vecinos del barrio al día siguiente. El primero vivió a la “deriva”, pero el otro buscaba algo más de dinero que ayudara, junto a su retiro, a conseguir la supervivencia, y nada más. Los dos ancianos murieron solos, ambos fueron encontrados sin vida al amanecer, y sin la familia cerca”, asegura el escritor.
A su juicio el anciano salió en la noche de su casa para cuidar los bienes del Estado a cambio de unos pocos pesos. Su jubilación no era suficiente y se sintió desamparado, impulsado por la angustia de no saber que comería al día siguiente.
“Un hombre que ha llegado a la vejez con un retiro miserable es un hombre desprotegido, un hombre triste. Un hombre viejo y retirado, al menos en mi barrio, es un atormentado, y sus congojas lo llevan a trabajar en el horario en que debían estar durmiendo”, sentenció.
El régimen, además de explotar a los ancianos, quienes por no tener fuerzas para ser cuentapropistas aceptan las migas salariales estatales, tampoco les brinda condiciones mínimas para desarrollar sus labores sin que se vea comprometida su salud. Se les trata como a animales, aunque en su propaganda se ufane de crear la Universidad del Adulto Mayor, una iniciativa un tanto ridícula que no resuelve nada a esta marginada población cubana.
Redacción Cubanos Por El Mundo