La casa natal de la radio cubana se está cayendo. A pesar de que la historia reseña que la primera emisora de Cuba fue la 2LC de Luis Casas Romero, lanzada al aire el 22 de Agosto de 1922, ya desde 1917 se hacían transmisiones desde Caibarién.
Ese lugar, la casa de la radio, la choza del clarividente Manolín, no levanta el interés de ningún restaurador, que tal como se hizo con la vivienda del novelista León Tolstoi, quiera convertir en museo esa antigua edificación.
El tiempo, los ciclones, la dejadez y la poca inversión han hecho que una edificación memorable sea considerada como un “monumento desdichado y cutre”.
Pedro Manuel González Reinoso, articulista de Cubanet, señala que nadie “culto en la cultura” ha propuesto restaurar el portal ubicado en la Ciudad Caibarién, ubicada al centro de Cuba, en la Provincia de Villa Clara.
Cuenta que Manolín, un ingenioso español “escapado” de su tiempo, le dio vida a Cuba cuando ésta era la Isla muda del universo. Iniciaron las maravillosas pruebas de la escucha inalámbrica para 1917.
Sin embargo antes, el General Máximo Gómez Báez ya se había pronunciado en el mismo portal incitando a la sublevación contra la sempiterna injusticia neocolonial.
Desde mucho antes de los inicios de la radio, desde el lugar se enviaban mensaje a la Isla, que aunque no corrían con la velocidad de la radio, eran impulsados por la necesidad que había de información, de allí que sea tan importante la necesaria preservación del lugar.
Contexto
Manolín y Gómez Báez, tenían algo en común: huían del servicio militar “interrepublicano” que por aquella época de beligerancias reales sembraba desasosiegos entre jóvenes iguales a los que hoy en Cuba hacen mutis y se espantan por temor a conocer la vergonzosa obligatoriedad de ese servicio a la patria.
Bajo protesta de sus propietarios, la casa está en venta.
Pero por la condición de su infraestructura, sería un milagro si algún comprador apareciera y ofreciera filantrópica dote para no dejar morir el portal isleño donde se emitieron las señales primigenias para audiófilos cósmicos y terrenales.
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Es imposible que un pueblo insignificante, debido a su capacidad de protesta, pueda defender las tantas glorias que recoge el lugar. Se resigna así como se ve obligado a llorar las pérdidas por razones naturales.
Pero, que los cultos aguarden impotentes a enterrar los espacios en donde estuvieron sus hijos, alegóricos o sacros, y nada se pueda hacer para rescatarlos del olvido, es increíble.
Redacción Cubanos por el Mundo
