Lorenzo Enrique, Bárbaro Leodanis y Jorge Luís pagaron con sus vidas el querer vivir mejor. Fue hace 15 años el cruel fusilamiento de estos tres jóvenes, ejecutado once días después de ser capturados por las autoridades cubanas cuando intentaban escapar de la Isla en una lancha secuestrada que los llevaría hasta la Florida, en Estados Unidos.
“Se condenó a muerte a esos tres jóvenes, por querer vivir en otro sitio, por secuestrar una lancha para conseguirlo. Dos días después de que el gobierno recordara, y con mucho respeto, a los caídos en la huelga general del 9 de abril de 1958”, asegura el escritor Jorge Ángel Pérez, en Cubanet.
La osadía de los jóvenes los llevó a secuestrar la lancha Baraguá esperando llegar a la costa estadounidense y liberarse de la miseria dictatorial en la que nacieron. El plan falló y fueron detenidos en el intento. La agonía de los familiares y amigos debido a la incertidumbre sobre lo que les esperaba se convirtió en un verdadero calvario, que terminó en barbarie comunista y luto.
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Cicatrices
La muerte de Lorenzo Enrique dejó huérfana a una niña, que en ese entonces tenía 11 años y miró a su padre por última vez, tras las rejas.
“Puedo imaginar lo que debió pensar cuando en las clases de historia le hablaron de la rebeldía cubana, de sus ansias libertarias, y de lo que se hizo para conseguirla. ¿Qué habrá pensado cuando su maestra relató la llegada del Granma, cuando le explicaron de Alegría de Pío, del Asalto al Palacio Presidencial? ¿Qué pensará está mujer cada vez que se cumple un año de la muerte de su padre?”, se pregunta Pérez.
El analista lamenta que esos tres muchachos no tuvieron un periodista que se interesara en sus suertes, en sus últimos anhelos y que hoy los recuerde, mucho menos en las filas de la prensa oficial.
Redacción Cubanos Por El Mundo