Una travesía de película es la vivida por el cubano Fernando Soria Montero, desde su salida de La Habana en busca de libertad, hasta pisar Barcelona. Según reseña de El Mundo.
Durante un año el inmigrante se sometió a toda clase de infortunios como sobrevivir hacinado en campamentos de refugiados, perderse por días en el bosque a menos de 20 grados de temperatura, dormir en la calle y hasta pagar tres meses de prisión sin motivo alguno.
“Han sido miles de kilómetros de palizas y vejaciones. He visto lo peor del ser humano en mi viaje. Pero todo vale la pena por ser libre. Esta ha sido mi particular vuelta al mundo”.
Comienza la aventura
Soria, de 52 años y padre de cinco hijos, emprendió su escape hacia Moscú luego de 8 intentos fallidos por cruzar en balsa hasta los Estados Unidos, en cuyo último intento quedó a tan sólo 12 millas de Miami.
El cubano jamás imaginó lo que estaba por vivir ni que recorría 8.860 kilómetros en 397 días para cruzar 8 países, entre las palizas de la policía y el implacable frío que congeló sus pies.
“Pasé varios días perdido en el bosque junto a la frontera, bajo la lluvia y a menos 20 grados. Me congelé los pies, se me pusieron verdes y después negros. Pensé que iba a morir. Un día, aprovechando una tormenta de nieve, entré a Eslovenia mientras la policía se refugiaba del temporal”, relató el hombre.
Perseguido en Cuba
La manía del isleño de decir la verdad y cuestionar las injusticias oficiales lo puso en la mira del régimen, que tras sus intentos de escape lo calificó de “personal no confiable” y lo vetó de cualquier trabajo en el sector público.
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“Siempre he denunciado los abusos del poder y el sistema corrupto, por ello me perseguían y encerraban constantemente y no me dejaban trabajar”, relata Soria.
A pesar de eso, el hombre siguió ganándose la vida vendiendo frutas a escondidas, y así pudo ahorrar para comprar un pasaje a Moscú, donde comenzaría su odisea sin techo y sin comida, lo que lo obligó a buscar comida entre la basura y a dormir en la calle.
La ruta
Casi una semana después de llegar a Moscú se compró un billete para Montenegro, allí pasó un mes viviendo en un campo de refugiados. Luego emprendió vuelo a la frontera con Serbia e intentó cruzarla con otro cubano sin éxito. Tras mucho rodar llegó a Serbia y avanzó hasta el campamento de Principovac, en el pueblo de Sid, en la frontera occidental con Croacia.
“En esos campamentos vivíamos hacinados, sin ningún tipo de atención sanitaria y con una sola comida al día. Era el infierno y luego estaban las mafias centroeuropeas que lo controlaban todo. Tenían a algunos refugiados afganos trabajando para ellos y te pedían 1.000 euros por cruzar hasta Croacia. Yo tuve la suerte de salir” aseveró.
Ahora el cubano luchará por tramitar su asilo en España y poder trabajar legalmente, un desafío que compite con el de muchos cubanos en similar condición.
Redacción Cubanos Por El Mundo