La historia de un migrante cubano que salvó la vida de un hombre en un local llamado La Pasiva, comienza a escucharse en las calles de Montevideo, Uruguay. Harold Cuestas de 29 años, relata como fueron aquellos minutos cuando corrió para asistir a un cliente del restaurante donde trabaja como cocinero, que se desplomó en el piso sin razón aparente.
Según detalla el diario local El País, Harold estaba preparando un plato para otra persona cuando de repente un hombre de entre 40 y 50 años cayó al piso. Su lengua se le había metido y parecía que no podía respirar.
“Estaba preparando un chivito de salmón para un cliente cuando escuché los gritos”. Uno de los encargados del local lo llamó para que asistiera al hombre, pues Harold es licenciado en radiofísica médica.
“¡Cuba, necesito que vayas al salón que se acaba de caer un cliente!”, le dijeron sus compañeros.
“Le saqué la lengua, lo puse de costado para que no tragara saliva e hiciera una broncoaspiración, y luego comencé a realizarle los primeros auxilios: reanimación cardíaca y boca a boca”, explicó el cubano.
Harold estuvo 15 minutos intentando reanimar al cliente. Ese fue el tiempo que tardó la ambulancia en llegar.
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“Mientras le estaba haciendo la reanimación, el paciente hizo una respiración fuerte y volvió en sí”, contó.
Los paramédicos llegaron y trasladaron al paciente hasta un centro médico cercano.
“No sé si fue un infarto masivo lo que le dio porque no tenía ningún tipo de medios para comprobarlo con exactitud”, explicó Harold.
Un día después, el primo del cliente llamó a La Pasiva y le dejó un mensaje al cubano.
“Me mandó felicitaciones y dijo que estaba muy agradecido. Parece que el señor ya está mejor”, dijo.
Su historia
Harold llegó a Uruguay con su esposa hace cinco meses. Salió de La Habana rumbo a Guyana (donde no piden visa), cruzó a Brasil de forma ilegal y luego de un largo periplo (que no detalló) entró al país por la frontera de Rivera.
Allí pidió ingresar en calidad de refugiado y se lo concedieron. Le dieron también una cédula provisoria, lo que le permitió, a un mes de haber llegado a Montevideo, conseguir el trabajo en La Pasiva. Su esposa trabaja en otro local.
Redacción Cubanos por el Mundo