En La Habana empezó a circular el Manifiesto de San Isidro, y en homenaje a la orisha del panteón de la Regla de Ocha, Oshún, fue discutido este 12 de septiembre en el Museo de la Disidencia, en la calle Damas de la Habana Vieja, según reseña Cubanet.
“Todos los que firmamos tenemos cierta conexión espiritual, y creemos que debemos invocar también a los eggún y al compromiso de los orishas cubanos con nuestra cultura”, declaró Luis Manuel Otero Alcántara unas horas antes de la peregrinación que terminaría en Malecón.
Amaury Pacheco, Iris Ruiz, Michel Matos, Soandry del Río, Yanelys Núñez, entre otros artistas, se encuentran entre los que se manifiestan contra un documento que en pleno siglo XXI legitima la censura a través de personajes que perfectamente pudieron haber sido creados por el surrealismo: los “supervisores-inspectores”.

¿Cómo los define el 349?
En el capítulo IV del Decreto Ley 349 los “supervisores-inspectores” son nombrados como las “autoridades facultadas para inspeccionar y conocer las conductas contravencionales recogidas”, dice el documento, publicado en la Gaceta Oficial No. 5 Extraordinaria, el 24 de enero de 2018.
El Manifiesto de San Isidro no solo se opone al surgimiento de estos “supervisores-inspectores porque establece un censor autorizado, sino porque, según la experiencia cotidiana, la figura del inspector refleja al principal agente de corrupción en todas las esferas del país”.
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La cotidianidad de la que hablan los artistas en el Manifiesto no es otra que las tarifas o aranceles extraoficiales establecidos por estos “inspectores” en cualquier sector de la vida y la economía en Cuba. Y el gobierno es el máximo responsable de esta estructura burocrática que no produce nada y lo controla todo.
Para los artistas que firmaron el Manifiesto de San Isidro, el Decreto 349 es “confuso” y no está “destinado a entronizar y salvaguardar al ciudadano, sino más bien, a controlarlo y castigarlo por su expresión y acción independiente”.
“Hay cosas del arte contemporáneo que la política no entiende, como un graffiti o un performance. Casi siempre lo ven como desorden público porque normalmente rompe con el orden establecido, pero eso también es arte”. Según Otero Alcántara
El Manifiesto de San Isidro no es una convocatoria “a la anarquía ni a la confrontación”. Los artistas simplemente desean “diálogo y entendimiento” con un gobierno-estado-dictadura que reprime, encarcela y silencia a quienes quieren cambios radicales o declaran abiertamente su inconformidad con leyes arbitrarias, que benefician a unos pocos y perjudican a la gran mayoría.
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Redacción Cubanos por el Mundo