En sus extensas declaraciones a la cadena multinacional Telesur, una combinación de petróleo venezolano con la burocracia del departamento ideológico del Partido Comunista de Cuba, el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez confirmó su acuerdo con la aceptación constitucional del matrimonio homosexual, colocando sobre el tapete político nacional la sugestión del fin de toda forma de discriminación en la sociedad.
Palabras son palabras, pero tratándose de un Jefe de Estado convertido en adalid de nuevas esperanzas, un grupo creciente de ciudadanos justamente resentidos por ser discriminados habrá de tomarle las oraciones que formaron su declaración al respecto, opinando sobre un tema que en nuestro país choca abiertamente con los dogmas milenarios del cristianismo, así como el machismo ancestral legado desde África.
Al margen, difícil será decir que una mayoría apoya el precepto constitucional en ciernes porque estamos refiriéndonos al catolicismo, el protestantismo y la santería, cuya suma es casi similar al pueblo cubano en alma convertido.
Se recomienda leer despacio lo dicho por el Presidente el pasado 16 de septiembre:
“Lo que creo que, sobre todo, el enfoque de reconocer el matrimonio entre personas, sin limitaciones, responde a un problema de eliminar cualquier tipo de discriminación en la sociedad, de no dejar espacio a ningún tipo de discriminación en la sociedad.”
Tratándose de espacios para la discriminación aún por cerrar, podríamos preguntarle al científico Ariel Ruiz Urquiola, privado del ejercicio bien justificado de su cátedra por opinar a partir de un impresionante aval académico; clamarán desde ahora el fin de ser abiertamente discriminadas las Damas de Blanco, desafiando la represión con flores en sus manos o los artistas impedidos de realizar una bienal de artes plásticas o un festival de Hip Hop, sencillamente por hacerlo con recursos propios, fuera de la aprobación del Ministerio de Cultura.
La lista es larga, suman miles las detenciones arbitrarias cada año en Cuba, directamente ocasionadas por opinar o reunirse con propósitos distintos a los orientados y supervisados desde la atalaya que ha creado el binomio gobernante partido-estado.
¿Acaso no pesó bien el nuevo esperanzador de los cubanos, en su categoría suprema al frente del país, el alcance de sus palabras?
Sería faltar a su inteligencia el considerar al más alto magistrado de la nación ingenuo o superficial, se deduce pues que los disidentes políticos no son seres humanos dignos de tener en cuenta, no parecen pertenecer a la especie Homo Sapiens aunque al referirse a los debates del proyecto de constitución en los barrios, en su extenso decir frente a las cámaras de Telesur, Díaz-Canel incluye de soslayo a sus opositores cuando dice: “la contrarrevolución, esa minoría que está en contra de la revolución en Cuba (…) puede participar, puede estar ahí en las asambleas, son vecinos igual que todos…”
NO, no son vecinos igual que todos aunque por necesidad de guardar las formas, tratándose de un debate constitucional, así de favor sean al menos una vez tolerados y habría que ver cuál será la línea roja si en algún sitio les dejan opinar. De oficio estarán previamente movilizados los integrantes de las Brigadas de Respuesta Rápida, paramilitares a la cubana, sin armas de fuego, porque siendo sus víctimas de antemano pacíficas, en la tierra de los Castro ni las flores pueden esgrimirse contra el gobierno.
La muy flemática presidente de la cadena transnacional radicada en Venezuela debió leerle a su interlocutor el siguiente artículo del proyecto de constitución:
ARTÍCULO 39. El Estado cubano garantiza a la persona el goce y el ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos, en correspondencia con el principio de progresividad y sin discriminación. Su respeto y garantía son obligatorios para todos. 139. Los derechos y deberes reconocidos en esta Constitución se interpretan de conformidad con los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Cuba.
Mientras perdure la práctica de las detenciones arbitrarias por motivos políticos, en tanto sea imposible reunirse al impulso de la voluntad propia, estarán esfumándose entre los vapores del matrimonio homosexual las esperanzas que infunde a un pueblo frustrado el nuevo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez:
“Yo al final defiendo que no haya ningún tipo de discriminación.”
Redacción Cubanos por el Mundo