La revolución socialista que tanto alaba el régimen parece no existir para los enfermos de dengue y zika en Villa Clara. Alejados de la civilización, muchos se encuentran siendo “tratados” en el centro de “trabajadores sociales”, un edificio que al principio se ideó como una escuela, pero terminó siendo una especie de albergue, donde los que padecen esta enfermedad están aislados en las peores condiciones.
No tiene nevera, por lo que los familiares deben llevar alimentos no perecederos. La privacidad no existe y los baños dejan mucho que desear.
En un post del portal CubaNet revela como estos cubanos, quienes solo piden una ayuda del castrismo, están confinados a este tipo de sitios olvidados.
Son ciento veinte metros cuadrados por cada cubículo, veinticinco literas, cincuenta personas: ancianos, adolescentes, cabezas de familia. No se permiten acompañantes. Los mosquiteros, sostenidos con listones de maderas, asemejan a un albergue de escuela al campo, a un preuniversitario de becados. No se trata de un hospital.
La comida parece ser una caridad más que un derecho. Las pequeñas porciones no alimentan a los débiles pacientes, quienes se quejan ya que algunos tienen familiares muy lejanos que no pueden llevarles comida.
Otra mujer se queja porque tiene “ganas de tomar agua fría”, que ayer a su vecina de litera le robaron el jugo que había dejado en la única nevera de esa misma “sala de estar” y que tiene un niño, y que “la gente no tiene corazón”. Otra se cuestiona el menú del almuerzo, cuando le dieron mortadella y ella amaneció con diarrea. Dice que no escogen bien el arroz, que no entiende, que no entiende nada.
El estado de la infraestructura también es deplorable. La telaraña rodea los cables que están expuestos, mientras que los ventiladores, oxidados por el tiempo, a duras penas ponen a andar sus aspas.
Los baños son baños de albergue, los enfermos cargan su cubo de agua para bañarse en las tardes. A los enfermos de dengue, dicen los médicos, no les hace bien hacer fuerza física. Las mujeres tampoco pueden ver la novela. “Trabajadores sociales” se asemeja a una escuela al campo.
Las visitas también son limitadas. A las 6 de la tarde dejan pasar a algunos y les indican “¡Qué sea rápido!”.
La gente lleva bolsas de galletas, agua fría, nada que pueda descomponerse porque no hay refrigeración. Un auto de alquiler desde el parque hasta “trabajadores sociales” cuesta tres CUC, solo la ida. A las siete ya se ha hecho de noche y no hay transporte alguno que lleve al centro de la ciudadela. “Trabajadores sociales” no es un hospital y está en el medio de la nada, en medio de la maleza. Por el día, el edificio contiguo al albergue sigue funcionando como escuela primaria.
Redacción Cubanos por el Mundo