Un par de semanas separan del cumplimiento de las seis décadas que han transcurrido desde la llegada de los barbudos a La Habana para apoderarse de ella. A propósito, el ensayista peruano, primogénito del nobel de literatura Mario Vargas Llosa, Augusto Vargas Llosa, dedicó su columna en La Tercera, para hablar de Cuba, 60 años de “revolución”.
A su juicio, aunque se refieren constantemente diversas claves de perdurabilidad del régimen como la eficiencia de su Estado policíaco; la protección y la subvención de la URSS durante tres décadas y, más tarde, del petróleo venezolano; la expulsión directa o indirecta de millones de cubanos, entre otras, y aunque no dejan de tener razón, elige enfocarse en dos elementos que se han dejado de lado comúnmente: el relato del régimen y la capacidad que ha tenido para destruir en los cubanos la ilusión.
“El relato no es lo mismo que la propaganda. Muchos regímenes brutales con capacidad para la propaganda sucumbieron bastante tiempo antes de cumplir 60 años. La otra es lo que podríamos llamar la muerte de toda ilusión o, dicho de otra forma, la capacidad que ha tenido la Revolución Cubana para destruir en un número suficiente de personas la capacidad para concebir una realidad esencialmente distinta”.
Esa capacidad pérdida para que la gente logre idear un país diferente, es calificado por el ensayista como una relativa “deshumanización de la población” considerando que lo natural es imaginar cosas mejores y movernos en función de esas ideas.
“Los cubanos imaginan todo el tiempo, desde luego, modos de sobrevivir (o de “resolver”, el verbo cotidiano de la isla) y actúan en consecuencia, pero, con honrosas excepciones, ya no parecen imaginar, como las primeras generaciones de adversarios del castrismo que fueron derrotadas, la posibilidad de modificar la fuente principal de su desgracia”.
Asegura que cualquier análisis de la economía cubana demuestra como estos 60 años de revolución “han sido una tragedia”, pues mientras decenas de países han logrado superar la pobreza en el paso de este tiempo, los cubanos continúan sometidos bajo un degradadante subdesarrollo.
“A pesar del tímido surgimiento de ámbitos de actividad privada (que no representan más del 7% del PIB), el sofocante Estado cubano no hace sino empobrecer a sus ciudadanos. La economía sigue altamente descapitalizada (la formación bruta de capital como porcentaje del PIB es la mitad del promedio latinoamericano) y en la última década la producción agrícola e industrial ha caído. La mayor fuente de divisas para el país es ese régimen semiesclavista que llaman “exportación de servicios profesionales”.
Por ello finaliza asegurando que a excepción de algunos cubanos que de forma heroica resisten de forma aislada e intentan formar una sociedad civil, la mayoría de la población evidencia “apatía cívica” que es la incapacidad para la indignación política.
“En suma, un abandono de toda pretensión de modificar el estado de cosas general que representa, 60 años después, el “logro” de la Revolución Cubana”.
Redacción Cubanos por el Mundo