Hareton Jamie Rodríguez Sariol, el ex policía cubano que llegó a Estados Unidos el balsa y portando su uniforme, fue condenado a dos cadenas perpetuas luego de ser encontrado culpable por el asesinado de Elizabeth Rodríguez Rubio, de 48 años, y su nieta, Angie Carolina Rodríguez Rubio, de 12 años, en Harrisonburg, Virginia el año pasado.
Según informa WHSV3, el ex capitán de la Policía Nacional Revolucionaria, llegó a Miami en balsa en 2016 y logró acogerse a la política Pies Secos/Pies Mojados, pese a las críticas que varias organizaciones del exilio hicieron al tratarse de un posible represor.
El cubano logró salvarse de la pena de muerte tras llegar a un acuerdo con la fiscalía.
Rodríguez Sariol confesó el crimen y llevó a los investigadores hasta el lugar donde enterró los restos de sus víctimas en el Parque Nacional Shenandoah.
El medio afirma que el cubano rompió a llorar en la sala y dijo que “todo sucedió muy rápido”.
Antes de que se dictara la sentencia, el juez dijo que los últimos momentos de Elizabeth y Angie “eran sobre el amor y el sacrificio”.
Brutal crimen
El cubano confesó que primero disparó contra ambas antes de decapitarlas y enterrarlas. Las cabezas fueron enterradas en un lugar separado a los cuerpos.
Habían salido el domingo 5 de agosto de la iglesia La Roca Eterna Hermanos de Cristo en Harrisonburg, condado de Rockingham, en Virginia. Rodríguez Sariol iba a llevarlas en carro a la casa de ambas en Maryland.
Nunca llegaron al destino. Los familiares dieron parte a la policía, y dos días más tarde, el 7 de agosto, las autoridades iniciaron la búsqueda.
El antillano confesó que quien conducía el auto era la mujer y que este tomó su celular y vio un mensaje que lo puso “furioso”.
El hombre no especificó a las autoridades el contenido del texto, pero dijo que lo llenó de celos y rabia.
Según la confesión, tomó una pistola y apuntó a Rodríguez Rubio. La niña se puso en medio y le disparó en la cabeza y la mató. Luego ejecutó a la abuela con un tiro también en la cabeza y otro en el pecho.
El excapitán cubano escondió los cuerpos y tomó el vehículo. Fue a un Walmart y compró cuchillos, guantes y encendedores. En su confesión dijo que decapitó los cadáveres y puso las cabezas en bolsas. Los cuerpos los arrojaría en el parque nacional. Después prendió fuego al automóvil del accidente y arrojaría el arma en un terreno. Al día siguiente volvería por las cabezas en un auto de su trabajo y las enterraría cerca de la autopista I-81.
Cuando ya iba en su camión hacia Pensilvania lo detuvo la policía y lo acusó de secuestro.
En aquel momento dijo que su “conciencia estaba limpia” y negó que hubiera hecho “nada”.
Redacción Cubanos por el Mundo