Una familia cubana vive con el temor de que en cualquier momento su vivienda se desplome por el deterioro que sufre la infraestructura antigua. Así lo revela un reporte realizado por Cubanet.
El pasado 20 de mayo hizo un año del derrumbe parcial que transformó en angustia permanente la vida de Elizabeth y Jorge Luis, un matrimonio que vive con sus dos hijas menores de edad en un precario edificio de la calle Damas #905, en el barrio San Isidro, municipio Habana Vieja.
La escalera del inmueble cayó definitivamente el 12 de octubre de 2018, pero a causa del peligro que suponía desde el primer siniestro, el propio Jorge Luis clausuró la puerta de entrada al apartamento.
Entre mayo y noviembre toda la familia estuvo accediendo a su domicilio a través de la ventana del baño, que comunica con la azotea del edificio contiguo. La hija mayor, entonces de 14 años, se fracturó un brazo a causa de un resbalón, y la más pequeña (9 años) comenzó a experimentar insomnio por temor a que el techo se derrumbara mientras dormía.
Sin respuesta del régimen
Jorge Luis y Elizabeth han acudido a todas las instancias gubernamentales en busca de ayuda. No obstante, se encontraron con que sus únicas opciones eran esperar a que se desocupara un cupo en alguno de los abarrotados albergues de La Habana, o rezar cada noche para no amanecer sepultados bajo una loma de escombros.
No fue hasta después de que su caso fuera publicado en medios independientes, que apareció en el edificio una brigada de trabajadores para construir una escalera de madera.
La frágil estructura ha resultado más peligrosa que el tránsito a través de la ventana del baño; no solo por la pésima calidad del material empleado, sino por hallarse prácticamente a la intemperie, sufriendo los rigores del clima insular. La familia baja y sube por ella sigilosamente, aguantando la respiración cada vez que sienten crujir los peldaños cubiertos de moho.
Con dicha “solución” las autoridades dieron por terminado su deber, asegurando que nada más pueden hacer, ni tienen la obligación de estar pendientes de lo que le ocurra a la familia.
Ellos mismos deben costear las reparaciones
El matrimonio siguió realizando gestiones hasta entrevistarse con el Vicepresidente del Consejo de Administración Municipal, quien les comunicó que todos los vecinos del edificio deben ponerse de acuerdo para repararlo por esfuerzo propio.
Según el funcionario, para el arreglo del inmueble,declarado inhabitable desde 1974 y listo para demoler en 2018, se otorgaría un subsidio.
Mientras que el precio estimado de la mano de obra para una intervención capital sería de 50 mil pesos moneda nacional (2000 CUC) como mínimo; una suma que los inquilinos no poseen y que se halla muy distante de las tarifas reales que cobran los albañiles en Cuba, incluyendo las cooperativas.
La idea de que los habitantes de edificios múltiples asuman labores de reparación “por esfuerzo propio”, es una estrategia del régimen para librarse de responsabilidades adquiridas hace sesenta años.
El régimen cubano ha demostrado su incapacidad para resolver la escasez de viviendas que existe en la Isla.
Mientras tanto esta familia cubana, que solo es un ejemplo de miles en la misma situación vive atribulada. Sobre todo por el próximo inicio de la temporada de huracanes.
Ante eso han adquirido el hábito de dar infusiones a sus hijas para que duerman profundamente en la noche, sin pensar en el amenazante techo de viga y losa que puede desplomarse en cualquier momento.
Ellos, a duras penas, concilian el sueño, atentos al menor crujido para anticiparse al desastre y contar con el tiempo justo de sacar a las niñas, sanas y salvas, por el hueco de la ventana del baño.
Redacción Cubanos por el Mundo