El régimen de Cuba cuestionó el cuadro psicológico de Alexander Alazo, el hombre que el pasado jueves disparó 32 veces con un fusil automático AK-47 contra la embajada cubana en Washington. Alazo presuntamente tendría un trastorno mental, con receta médica según reconoció un pastor evangélico, amigo de la familia, y por su esposa, quien reveló en una declaración a la fiscalía que las “voces en su cabeza” lo hicieron disparar contra el edificio diplomático.
En un reciente artículo presentado por Granma, califican a Alazo como un “loco muy lúcido”, quien fue capaz de, según añade, “planear, organizar y actuar con bastante coherencia, preparación y cautela” contra la sede cubana en EEUU.
Haciendo uso del recuento de hechos presentado por la Fiscalía, en base al testimonio de Alazo y de su esposa Marianys Alazo Delgado, Granma insiste en que la acusación revela que el “perturbado mental”, fue capaz de conducir armado y con municiones, abrir fuego contra la embajada, a “muy poca distancia de la Casa Blanca”.
“Es difícil pensar que toda la información sobre el caso se filtró desde los primeros minutos producto del descuido o la casualidad”. Toma para ello, las declaraciones de José Ramón Cabañas, embajador en EEUU, quien indicó que “solo se filtra lo que funcionarios” de ese país “así desean que se filtre”.
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El régimen de Cuba, experto en teorías anticipadas y aprovechar eventos para forjar su propia línea de ataque, considera que el desequilibrio mental que sufriría Alexander Alazo, se trataría de una “determinada matriz de opinión” en la que “alguien está muy interesado”.
“Hacernos creer que fue obra de un lunático perturbado en la noche, alguien que quiso construir su propio aquellare de dolor y muerte”, agrega, en relación al ataque, en el que afortunadamente no hubo heridos que lamentar, sino daños a la fachada del edificio.
El pasado 30 de abril, Alexander Alazo, abrazado de una bandera de EEUU, disparó al menos 32 veces en contra de la embajada de Cuba en Washington.
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El evento, que no contó con víctimas que lamentar, fue definido en principio como un “acto de odio”, mientras las autoridades de Estados Unidos, a la que el propio régimen de Cuba reconoció su pronto accionar, realizaban las investigaciones.
Posteriormente, Bruno Rodríguez, canciller del régimen de Cuba, atribuyó el evento a las declaraciones “hostiles” de funcionarios estadounidenses, quienes sostienen denuncias en contra de la diplomacia del régimen de Cuba a través de los servicios médicos esclavistas.
Redacción Cubanos por el Mundo