Este martes 30 de junio se cumplen 59 años de un discurso de Fidel Castro durante su desempeño como Primer Ministro, en el año 1961, en el cual sin decir absolutamente abrió las pautas para lo que sería una total censura del arte en Cuba.
“Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, era una frase célebre del causante principal de la Revolución del Hambre y la Miseria en Cuba.
Castro, aprovechó siempre su facilidad de comunicación y persuasión que le permitían hacer una presentación de una “Cuba Socialista” y encontró una oportunidad al reunirse con importantes artistas y escritores, cuya trascendencia les concedían la confianza y el estimo del pueblo.
Fue así como personalidades cultas, entre las cuales se encontraban Alfredo Guevara, Roberto Fernández Retamar, Graziella Pogolotti, Lisandro Otero, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Pablo Armando Fernández, pudieron conocer las visiones revolucionarias, que hasta hoy han mantenido en una constante miseria a Cuba.
Un fiel principal y compañero de fines político-culturales fue Guillermo Cabrera Infante, escritor cubano que estuvo estrechamente involucrado con los ideales revolucionarios de Fidel, hasta que su régimen ordenó a la dirección del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (Icaic), la prohibición del documental PM; un cortometraje que mostraba como era la vida nocturna en la Habana, llena de bailes, música y fiestas, lo que según decisión del régimen desvirtuaba el sentir del pueblo, acerca de los ataques provenientes de Estados Unidos.
Desde entonces muchos cayeron en cuenta de la cruel realidad a la que se enfrentaban, pero ya el trabajo estaba hecho, desde los inicios de la supuesta revolución, este proyecto se dedicó firmemente a limitar la cultura, a sembrar pensamientos que para una sociedad ignorante eran fácil de procesar.
Y qué mejor manera para sembrar una ideología particular que la enseñanza escolar. Los primeros proyectos “culturales” se dedicaron a realizar campañas de alfabetización, de allí empezaron a surgir algunas instituciones vigiladas muy de cerca por el régimen como el Icaic, Casa de las Américas y la Imprenta Nacional, cuyas publicaciones debían ser siempre en pro de las “supuestas obras del gobierno en beneficio del pueblo.”
Con un disfrazado discurso inclusivo que nunca decía nada concreto, Fidel lanzaba constantes amenazas para quienes decidieran dejar de seguirlo, “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, muchos entendían que tenían al enemigo en el poder.
Ante la magnitud de las amenazas de Fidel, el escritor e investigador Ambrosio Fornet, destacó un análisis en modo persuasivo hacia los intelectuales: “Lo que dijo (Fidel) fue que todos pertenecemos a un solo movimiento que llamamos Revolución Cubana, un movimiento de transformaciones. Y la pregunta que nos hizo a los intelectuales y artistas, fue: ¿Cómo van a participar en este proceso? ¿Qué tienen ustedes que aportar a este proceso? Dejó una respuesta para cada uno y, al mismo tiempo, una para la actividad práctica, para la función real; no atendiendo a las preferencias, sino al modo de insertar el debate cultural en función de un proceso de transformaciones”.
De nuevo ha quedado claro, que desde 1961 la libertad de expresión y de cultura, fue eliminada con la maquillada consigna de “La cultura es lo primero que hay que salvar”.
Hasta después de su muerte, Fidel Castro sobrevive a través de la pobre Cuba que creó; un paraíso lleno de bondades, de un gentilicio único que sigue siendo arreado bajo el yugo de su legado, a través del mismo falso interés por la cultura política, causante de una mentalidad limitada para los cubanos.
Redacción Cubanos por el Mundo
